Los Arcanos del Encierro
san chris atherton
San Chris Atherton (Santiago, 1990) es licenciado en Literatura. Actualmente se dedica al diseño instruccional y publicó el libro ¡Libérate! Manual de uso mágico y adivinatorio de las cartas Clow de la mano de hechiza editorial este año.
Con influencias de la literatura clásica y medieval, Atherton construye su voz poética desde un orden escondido que ve y del cual decide participar en esta realidad que, desde la pandemia, tomó otro pliegue para entenderla, encerrarla(nos) y también enrollarla como madeja que corre a través del pensamiento, el cuerpo y otros espacios orgánicos que desconocemos. En esa realidad encerrada, su poesía entra para pervertir el orden desde los terrenos del ocultismo. Así, la consciencia del yo en relación al mundo, desborda la potencia del ser desde la potencia de la palabra. En Los arcanos del encierro, el poemario del cual nace la siguiente selección, vemos cómo verso a verso podemos encontrarnos con algo similar al trabajo de Wilms Montt, Huidobro, Sor Juana Inés de la Cruz o aquello que los formalistas rusos llamaron extrañamiento («ostranenie»). La palabra encerrada en el impulso del poema, de esta manera, retuerce y reconstruye la idea de lo que es una palabra o un poema y, acaso, en una especie de génesis del encierro y el ocultismo, el poeta va y viene entre los discursos y lógicas que organizan lo visible, entregándonos piedras angulares de manifestaciones que radican al centro del discurso, al centro de la lógica, pero de las cuales no somos conscientes hasta que nos entregamos a la lengua inversa de su poesía.
Los Arcanos del Encierro
Invocación inicial
He cortado la unión semántica
la paloma cojea en el lenguaje
se libera el verbo
se abstrae el ojo.
He sembrado todas las horas
marchitas las hojas del ayer.
Hay que cortar
el cordón umbilical
del habla.
Iniciación
Saca una carta al azar
Abre el juego secreto
Ese, de palabras encerradas.
Sácala y mírala fijamente
Que no te tiemble la mano
¿Qué ves?
¿Qué dice?
Cuatro meses dice
Cuatro ciclos lunares
El tiempo imprevisible comienza
A desentramar el telar de verbos
Que Penélope nunca construyó.
Sácala otra y mírala
Que no te tiemble la mano
¿Qué más?
¿Qué dice?
El claustro muestra
Torre de fuego sin destruir
Que guarda celosamente
Lo que no se puede respirar
Palabra cubierta de alcohol.
Míralas fijamente
Este es tu pasado y presente
De un futuro incierto.
I – El Mago
Tengo sobre la mesa
la materia prima
de mi encierro.
Trazo en un papel
las pocas veces
que me enfrenté.
Me pongo dos ramitas
de romero en la boca
para exorcizarme el grito.
Toco mi cara lentamente
como si estuviera amándome
para no llenarme de soledad.
Soplo una vela blanca
despidiéndome de mis ansias
esas que amenazan con volver.
II – La Sacerdotisa (o La Papisa)
Quería ser la Hildegarda
calcinarme las visiones
flagelarme la palabra marchita.
Quería ser la sor Juana
empaparme el relejo
bailar desnuda con el éxtasis.
Quería ser la Teresa de Ávila
esconderme en el manto negro
hasta transverberarme entera.
Quería ser la Circe
impedir que los náufragos me dejen
conjurarme para no volver.
Quería ser la Medea
abrazarme hasta la médula
despojarme de mi descendencia.
Quería ser tantas.
III – La Emperatriz
Acércate desnudo
Juan Bautista
arréglame el cabello
que me cuelga
de tanto encierro.
Báilame, Juan
hasta recordar
que se siente gozar
con los pies
descalzos en la tierra.
Dame tu cabeza
Juan Bautista
que me haga compañía
porque no quiero
sentirme tan sola.
XI – La Justicia
Me paré sobre un espejo
para buscarme por dentro.
Escarbé entre mis entrañas
para mirar qué hay más allá.
Me dejé las piernas abiertas
para tantearme lo perdido.
Mi abuelo decía que los niños
no hacen esas cosas de niñas.
Yo quería decirle que ese niño
se me había escondido dentro
porque tenía miedo
Porque no quería
que lo pisotearan tan chiquito
los hombres con zapatos
llenos de barro negro.
XII – El colgado
Ahí, desnudo ante el espejo
como queriendo
olvidar la carne propia.
Tocándome la piel
que cuelga próxima
a ser algo desconocido.
Me chocan las luces
en la piel por dentro
bendiciéndome la materia
maldita.
XIII – La Muerte
Escribo en un idioma
que cambia y duele
como si tuviese
los dedos hirviendo.
Escribo como si
me persiguiera aquel
inquisidor que no
quiere salvarme del fuego.
Escribo como dios
pintando el último día
que se construye con
pequeños finales
en clave morse.
Escribo para despojarme
porque perdí todo
viviendo tiempos prestados
de la eterna felicidad.
Escribo por lo que falta
por las cosas que duelen
que quiero volver a empezar.
Rito de cierre
Junta todas las cartas
apaga la vela soplándola
como despojándote de todo.
Levántate sin pensar en nada
avanza tres pasos adelante
retrocede tres pasos atrás.
Prende un incienso negro
déjalo que arda completamente
que la inseguridad se vuelva humo.
Saca el teléfono de tus bolsillos
mira el reloj detenidamente
te estás convirtiendo en tiempo.


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