Carretes y amores de Sulpicia

Versiones de Diego Alfaro Palma

Dentro de la obra reunida del gran poeta latino Albio Tibulo (54 a. C. – 19 a. C.), se encuentra algo que los especialistas han llamado “El ciclo de Sulpicia”. Durante mucho tiempo estos poemas han sido adjudicados a Tibulo, pero con el correr de los tiempos, las traducciones y los análisis, termina siendo evidente que esos versos pertenecieron a una muchacha romana, maestra de los telegramas amorosos. 

En efecto, Sulpicia era hija de Servio Sulpicio Rufo y de Valeria, hermana de Mesala, más conocido como Corvino Mesala, importante político y general, mecenas literario, a quien Tibulo dedicara varias de sus composiciones. El hecho es que quedando Sulpicia huérfana de padre, su tío Mesala se vuelve su tutor, un tutor sumamente preocupado de su sobrina, que la controla, que no desea que salga de fiesta o tenga enredos amorosos. Pero Sulpicia siempre se sale con la suya.

Estas epistulae amatoriae, evidentemente tienen un tono distinto al de Tibulo, amigo de la familia y gran alentador de la joven escritora. Los de Sulpicia son más bien poemas livianos, cortos, en donde le reclama a un tal Cerinto que se ponga las pilas, que se fije en ella, que la vaya buscar cuando el deseo avanza. Tibulo en su libro III también envía consejos a Cerinto de cómo manejar su relación, pero lo hace como lo haría alguien con experiencia amatoria (Tibulo era un famoso bisexual, amplio conocedor de las trampas del corazón). Sulpicia le envía a este joven sus cartas o billetes amorosos, le saca en cara ciertas cosas, lo deja con ganas y a veces lo manda bien lejos, más allá de los cerros que circundan Roma.

Nota: para las siguientes versiones se compararon el original con las traducciones de Arturo Soler Ruiz (Gredos, 2011), Enrique Otón Sobrino (Bosch, 1983) y de Rodney Dennis y Michael Putnam (University of California, 2012). 

XIV

Se acerca un triste cumpleaños,

¿lo pasaré en el campo, triste y sin mi Cerinto?

Díganme: ¿Hay algo mejor que la ciudad?

¿Acaso una granja y el helado río Arentino

son el lugar ideal para una muchacha?

Mesala, relájate y deja de preocuparte por mí,

¡tú y tus viajes tan inoportunos, tío sin corazón!

Mientras no me dejes hacer lo que quiero

aquí se desgastan mi alma y mis sentidos.

XV

Se ha suspendido el triste viaje de tu chica.

Me quedo en Roma para tu fiesta.

Celebremos todos el día de tu cumpleaños

ahora que te pillo por sorpresa.

XVI

Qué lindo lo que te permites, seguro de que yo

no haga exactamente lo mismo.

Parece que te importan más los vestidos

de las putas paseando sus canastos

que Sulpicia, la hija de Servio:

todos están preocupados por nosotros

y les aflige en especial este motivo:

que yo no vaya a entregarme en otro lecho.

XVII

¿Te preocupas acaso por tu chica, Cerinto,

ahora que el calor atormenta mi cuerpo?

¡Ay! No hay manera de ahuyentar esta enfermedad,

si nos es porque tú también la sientes.

¿Pero de qué sirve curar mis males,

si a tú corazón de piedra no le importan?

XVIII

Que no te deje con ganas, luz mía,

como parece que hice hace unos días.

Si hay algo de lo que me arrepiento, 

en lo que va de mi juventud,

es que anoche te dejé solo 

sin que descubrieras mi deseo.

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