The art of cruelty: La brutalidad del hecho

Maggie Nelson
Traducción de Rocío Abarzúa

*Fragmento de The art of cruelty (Norton, 2012).

La brutalidad del hecho 

Pero, ¿qué pasa con la afirmación previa de Bacon, el que existe algún tipo de unión intrínseca entre los “hechos” y lo horrible, o lo ofensivo? ¿De qué tipo de “hecho” está hablando Bacon? ¿Es un “hecho” por sí mismo o un tipo particular de hecho el que Bacon cree es para nosotros tan difícil de oír, tan difícil de soportar? ¿Son las noticias de nuestra inevitable muerte, nuestro animalismo, la “inhumanidad del hombre hacia el hombre”, la rueda de sufrimiento sin fin, nuestra “situación de carne”? ¿O, en el caso de Trocchi¹, la naturaleza de “todo vale” de la adicción? ¿Se siente el “hecho” de modo brutal solamente y cuando – ya sea como individuos o como un pueblo – nos hemos acostumbrado a vivir en un reino de engaño y mentiras? ¿Hay una relación, como sugiere Bacon, entre honestidad y brutalidad, o no es la “honestidad brutal” más que un atajo para conjurar sentimientos “directos y crudos”? ¿Es este un atajo con el que Bacon – junto con muchos otros llamados artistas de la crueldad – se complace? 

«Todas las personas crueles se describen a sí mismas como modelos de franqueza», proclamó una vez un personaje de Tennessee Williams. Mi propia experiencia testifica algo similar. Voy a la librería y hojeo la sobrecubierta de una nueva y brillante memoria tras otra, hasta que mi mente se empieza a nublar con las citas dando testimonio a favor de la honestidad brutal de cada escritor, usualmente prima cercana de su prosa “mordaz” y “no sentimental”, la cual, para ser realmente deslumbrante y digna de elogio, debe de alguna manera brillar en la página “sin una gota de autocompasión.” Deambulo fuera de la librería preguntándome: ¿es la honestidad emparejada a la brutalidad una combinación más ganadora, o al menos, más comercial? ¿Y por qué la autocompasión se ha vuelto el fantasma a ser evitado a toda costa para poder ganar seriedad artística, rectitud moral, y, tal vez, aquel producto siempre importante, lectores? («Cómo evitar la autocompasión», se castiga Joan Didion al comienzo de su memoria bestseller sobre el duelo El año del pensamiento mágico (2005), libro que una amiga mía recientemente designó, sin rencor, como “porno de viuda.”)

Porque no toda la franqueza se crea igual. La “honestidad brutal” es una honestidad que o aspira a herir a alguien o no le importa si lo hace. (“Nadie quiere ser tu amigo”, “hueles mal”, “siempre has sido menos atractiva que tu hermana”, “nunca te he amado.”) aunque las dos palabras nos llegan frecuentemente juntas, me parece que vale la pena respirar un poco de espacio entre ellas, para que uno pueda ver la “honestidad brutal” no como una versión más enérgica de la honestidad en sí misma, sino como un posible uso de la honestidad. Uno que no necesariamente desnuda más la verdad usando la fuerza, sino que en realidad sobrepone algo encima de ella – algo que puede entrometerse en su camino. Ese algo es la crueldad.

(…)

El “hablar correcto”² bosqueja el concepto de decir la verdad introduciendo preguntas de propósito y efecto. Un grupo bromista/activista como los Yes Men alegremente complica la conversación al añadir el fenómeno del engaño – específicamente el engaño que tiene el poder de subrayar la brutalidad de los hechos que ciertas partes (el gobierno, las corporaciones, los militares, los medios de comunicación masiva, entre otros) preferirían seguir manejando a voluntad.

Muchos de los engaños orquestados por los Yes Men reemplazan la noción de “decir la verdad al poder” con la personificación del poder: mientras se hacen pasar por cargos oficiales, hacen los anuncios humanos y justos que desearían que estos cargos oficiales hicieran. Cuando los cargos oficiales se presentan, como deben hacerlo, para desacreditar a los bromistas, se ven forzados a reafirmar, en la renovada mirada del ojo público, sus políticas inhumanas e injustas.

Un engaño sobresaliente por los Yes Men de esta naturaleza involucró el catastrófico desastre industrial que ocurrió en una planta de pesticidas, entonces propiedad de Union Carbide, en Bhopal, India, en 1984. Una fuga de gas tóxico desde la planta expuso a hasta 500.000 personas, matando alrededor de 8.000 en las primeras semanas y a más de 8.000 más en los años subsiguientes. Mientras escribo, 120.000 personas en Bhopal aún necesitan y demandan cuidados médicos y compensación – cuidados y compensación que Dow Chemical, la empresa que compró Union Carbide en 2001, se ha negado rotundamente a brindar. (La declaración oficial de Dow Chemical es que Bhopal fue, en efecto, “un evento trágico”, pero uno por el que tiene cero responsabilidades – esto a pesar del hecho de que la compra de Union Carbide incluía la compra de sus pasivos y obligaciones.)

El 3 de diciembre de 2004 – en el veinteavo aniversario del desastre – uno de los Yes Men, haciéndose pasar por un vocero de Dow llamado “Jude Finisterra”, logró conseguir una entrevista en las noticias de BBC Mundo. (Los Yes Men operan una serie de sitios web falsos pretendiendo representar a varias corporaciones y organizaciones: estos sitios web brindan información de contacto en caso de que un medio de noticias, un organizador de conferencias, o cualquier otra parte quisiera ponerse en contacto con algún representante.) En su entrevista para la BBC, Finisterra anunció que Dow Chemical se alegraba de anunciar que, en el veinteavo aniversario del desastre de Bhopal, por fin había cambiado su curso y había decidido hacer lo correcto: la empresa “por fin, compensaría a las víctimas, incluyendo a los 120.000 que pudieran necesitar cuidados médicos de por vida,” así como también asumiría su responsabilidad por limpiar las muchas toneladas de químicos tóxicos que siguen contaminando el agua subterránea en Bhopal, generando entre los residentes altas tasas de enfermedad, discapacidad y muerte. Para el final del día, enojados representantes oficiales de Dow Chemical alertaron a la BBC de que Finisterra era un impostor que no tenía relación alguna con la compañía; Dow se vio forzado, entonces, a reafirmar, en el veinteavo aniversario de la tragedia de Bhopal, que la empresa seguía sin tener intención alguna de ayudar a la gente de Bhopal o de desintoxicar su tierra.

Dada esta profundamente poco favorecedora reiteración – y dado cuán obvia y profundamente la gente de Bhopal continúa sufriendo – queda la pregunta: ¿cómo manejarán los medios el engaño para disminuir la brutalidad de los hechos? Aquí es cuando entra la carta de la crueldad. La BBC pasó sus disculpas por transmitir un falso reporte bajo el titular: “Cruel broma de 12 billones a las víctimas de Bhopal y a la BBC.” El reporte se centra en la presunta crueldad de los bromistas, quienes inconscientemente “levantaron y luego destrozaron” las esperanzas de la gente de Bhopal por media hora, durante la cual los residentes pensaron que Dow finalmente distribuiría un paquete de compensación de 12 millones para ellos. Además de intentar provocar simpatía por sí misma (como en “cruel engaño jugado a la BBC”), la BBC (junto con otras cadenas) también intentó provocar simpatía por Dow y sus accionistas, apuntando repetidas veces al hecho de que el engaño le causó a la empresa un día tumultuoso en el mercado de valores, pues los accionistas, espantados ante la repentina voluntad de tomar responsabilidad por el desastre de Dow, hicieron bajar el precio de sus acciones por varias horas.

Los Yes Men han admitido que, después de que la BBC y otros medios jugaran la carta de la crueldad, ellos también se preocuparon de que su engaño hubiera tenido efectos negativos en la gente de Bhopal. Así que fueron a Bhopal a preguntarles ellos mismos. ¿Sus conclusiones? “Por una parte, [la gente de Bhopal] era mucho más sofisticada acerca de su posición en el mundo que lo que muchas personas asumían,” uno de los Yes Men, que va bajo el seudónimo de Mike Bonanno, dijo. “En segundo lugar, básicamente nos dijeron que ellos habían esperado por años que Dow hiciera algo, así que pensar que era cierto por menos de una hora no los había herido para nada… Reconocían que nosotros no los estábamos victimizando – sabían bien quién los estaba victimizando; lo sabían demasiado bien.”

En engaños subsecuentes, los Yes Men se han vuelto aún más inteligentes respecto al cargo de crueldad y lo han, de hecho, incorporado a sus trucos. En los meses posteriores al huracán Katrina, por ejemplo, cuando se hizo evidente que el Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano de Estados Unidos (HUD) no iba a permitir a miles de personas que habían vivido previamente en las viviendas sociales de Nueva Orleans retornar a sus casas (sino que, en cambio, conservaría o demolería las casas, entregando los bienes raíces al sector privado), un Yes Men suplantó a un representante del HUD en una conferencia de reconstrucción de la costa del golfo llevada a cabo el 27 de agosto de 2006. Hablando junto al alcalde de Nueva Orleans Ray Nagin y a la gobernadora de Luisiana Kathleen Blanco, el impostor anunció una reversión absoluta de la política; además, anunció que las compañías petroleras invertirían billones de dólares en la reconstrucción de la costa de Luisiana. Ambas falsas declaraciones fueron recibidas con los aplausos estruendosos del tipo “ya era hora de que alguien hiciera lo correcto por estos lados.”

Esta vez, sin embargo, antes de que los medios pudieran saltar al carro de “engaño cruel”, los Yes Men publicaron su propio comunicado de prensa, pretendiendo venir del HUD, y que describía a los Yes Men como crueles numerosas veces. “Es terriblemente triste que alguien pueda perpetrar un engaño tan cruel y jugar con los miedos y ansiedades de familias desesperadas por volver a sus hogares,” se leía en el comunicado, antes de reiterar todos los puntos de políticas públicas que el HUD quisiera dejar “perfectamente claros, de una vez por todas,” como que el “HUD NO va a dejar que las personas vuelvan a casa simplemente porque ellos así lo quieran, sean parte de la ciudad, o constituyan una muy necesitada fuerza de trabajo,” y “NO hay asociación entre el HUD, los departamentos de salud y el CDC³ para proveer cuidados médicos adecuados a los residentes de bajos ingresos.” Declaraciones de lo contrario, insistía el comunicado de prensa, eran “todos mentira, monstruosamente crueles, causantes de océanos de falsas esperanzas y tristeza.” Para cuando el comunicado llega a su última frase – “Que Dios aflija a los perpetradores de este cruel engaño contra el HUD con todas las variedades de daño que tan ampliamente merecen,” – la hipérbole finalmente convence al lector de que el comunicado es un engaño más, uno que toma como objetivo directo la noción de que la presunta crueldad de los Yes Men puede decirse que exista en la misma medida en que exista aquella de las políticas del gobierno regional.

El arte puede no ser una mentira que diga la verdad. Pero, como los Yes Men demuestran, un engaño bien orquestado puede, bajo las circunstancias correctas, forzar a quienes manejan y suprimen ciertos hechos a salir de su escondite. La brutalidad de estos hechos debe, entonces, colgar nuevamente al aire libre, para que todos puedan verla. Esto no es una revelación, precisamente; los hechos típicamente habían estado ahí todo el tiempo. Es un medio para volver a atender aquello que ya es visible, de reconsiderar eso que podríamos ya saber. Es, en resumen, una recalibración de la función del conocimiento en sí mismo. Y aquí nos encontramos en otro espacio abierto – un espacio en el cual, como escribe Eve Kosofsky Sedgwick en Touching feeling (2002), por fin podemos alejarnos de “la más bien rígida pregunta: ¿es una pieza particular de conocimiento verdadera? y ¿cómo podemos saberlo? a las preguntas adicionales: ¿qué hace el conocimiento – la búsqueda del mismo, el tenerlo y exponerlo, el recibir nuevamente un conocimiento que uno ya conocía?”

¹ Alexander Trocchi, autor del libro de ficción autobiográfica El libro de Caín (2000).

² Una de las ocho partes del noble camino óctuple del budismo.

³ Centros para el Control y Prevención de Enfermedades, agencia nacional de salud pública de Estados Unidos.

Deja un comentario

Previous Post
Next Post