EL GRAN VIAJE
jUNE gARCÍA
PRESENTACIÓN DE SEXOGRAFÍAS, DE GABRIELA WIENER
Camila Sosa Villada dice en el prólogo de Sexografías que sería pretencioso asumir que ella tiene algo interesante que contar sobre este libro. Leí eso y pensé “chucha, qué voy a decir yo entonces”. Así que estuve dándome vueltas obsesivas y nerviosas pensando en esta presentación, hasta que se me ocurrió que debería hacer lo mejor que hace Gabriela Wiener: hablar de una misma para contar algo sobre los otros y adentrarme en esas preguntas escabrosas de las literaturas del yo. ¿Qué de las historias propias siempre son formas de llegar a lo ajeno?
Cuando salió la primera edición de este libro, el año 2008, yo tenía 11 o 12 años y me enteraba por primera vez que las mujeres podían tener sexo entre ellas. No fue Gabriela quien me lo contó, sino un compañero del colegio que había vuelto recién de vivir unos años en España y tenía muchas ganas de difundir sus nuevos conocimientos. Tomó dos tijeras, las encajó y me dijo: “mira June, así lo hacen”.

Gabriela Wiener y June García Ardiles en la Presentación de Sexografías
Siempre he comentado que conocí la escritura de Gabriela en talleres literarios hace unos cuantos años, pero esta semana mientras preparaba algo para una sesión de un taller, me pillé con la sorpresa de que conocí y me encanté con Gabriela mucho antes. El 2012, una de sus crónicas se publicó en un libro sobre mujeres que viajan solas, en ese texto contaba la historia de cómo llegó a vivir a Barcelona. Yo tenía 16 y marqué miles de frases, pero solo anoté una palabra varias veces a lo largo del texto: QUIERO. No sé bien a qué me refería, ¿quiero ser Gabriela Wiener? ¿Quiero vivir en Barcelona? ¿Quiero tener aventuras con personas del mundillo literario? ¿Quiero dejar mi vida para emprender una nueva en algún lugar desconocido? Todo y nada puede ser. La crónica se titula “Barcelona: el gran viaje”.
Cuando leí Tres en Llamada perdida tuve la misma sensación que en la anécdota de las tijeras. Falta de aire, corazón acelerado, cara roja y la certeza de que un nuevo deseo se abría ante mí. Si antes había sido el sexo con mujeres, en ese momento era el poliamor. Con Sexografías en cambio, los deseos son dos: el obvio, satisfacer la calentura inevitable de leer un libro de este estilo. Por lo que recomiendo pensar estratégicamente dónde lo van a leer, cerca de quién o de qué. Y el segundo deseo, hacer este tipo de periodismo: poner el cuerpo para la historia, arrancarse los pudores y echar a andar la literatura que abunda en la cotidianidad.
Anoche entrevisté a la stripper Romina Pistolas y pensaba que, si quisiera hacer de esa entrevista una digna de Sexografías, tendría que haberle pedido a Romina que me llevara un par de noches a trabajar con ella como stripper y tendría que pasar unas cuantas otras yendo a un club como clienta. Abordar la historia siendo parte de ella, así como lo hace Gabriela metiéndose en la cama de un gurú del sexo y sus seis mujeres, sometiéndose a una ama del BDSM en público, probando el famoso pene de un actor porno o exponiendo su cuerpo a las hormonas necesarias para la extracción de óvulos. Entrar a buscar aquello que las fuentes se guardan o no saben contar, esos rincones que el periodismo tradicional no es capaz de iluminar, y que solo estando ahí, con las manos de un desconocido adentro de tu vagina, el lenguaje adquiere una dimensión de realidad abrumante. Nunca pensé que el periodismo podía hacer esto, podía ser esto. Tanto las temáticas de las que escribe Gabriela, como la forma en la que las narra, ha mantenido este libro contingente a pesar del paso de los años. Porque la sexualidad nunca se nos agota y la necesitamos para entendernos más allá de nuestra propia individualidad.
Sexografías muestra que el gran viaje no es dejar Latinoamérica para irse a vivir a Europa, el verdadero gran viaje es leer a Gabriela Wiener.


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