«Para mí, lo importante es el uso del lenguaje y lo poético en el lenguaje, más allá del género en sí de poesía o de narrativa»: entrevista a Camila Blavi

Nicolás Ulloa

A finales del año 2022, la editorial valdiviana Komorebi apostó por una de las nuevas voces de la poesía nacional: Camila Blavi, con el libro Contaminaciones La autora, licenciada en Artes Visuales de la Universidad de Chile y pedagoga, escribió este libro entre 2018 y 2019, nutriéndose durante ese período de sus participaciones en talleres literarios. Destacan entre ellos los dictados por Raúl Zurita, en la Universidad Diego Portales, por Lucas Costa y Christian Foersten (“Al pulso de la letra”) y por Paula Ilabaca. Recientemente, la poeta realizó un máster en Escritura Creativa de la Universidad Pompeu Fabra en Barcelona.
El libro se distingue por sus quiebres sintácticos y por abordar elementos de la naturaleza del sur de nuestro país en contraposición y unión con el cuerpo humano. A través de estos poemas se ponen de manifiesto temáticas como las complejidades de las relaciones humanas, sus violencias, así como el extrañamiento ante ellas y ante el lenguaje.  

En esta entrevista, le preguntamos acerca del origen de Contaminaciones, sobre su próxima publicación y sobre su proyecto actual, su primera novela.

En Contaminaciones se entrevé una relación con las islas (correspondiente a los tres capítulos que componen al libro), con las formas de la naturaleza (los ríos, el mar, las toninas, las aves), los recuerdos o evocaciones de infancia. ¿Cuál es tu relación con estos elementos? Las imágenes y acciones descritas ¿acontecieron en alguno de esos parajes alguna vez?

Es un libro que está muy enfocado en esos elementos de la naturaleza, y el origen de ello es haber vivido en una isla en la región de Aysén, en el Archipiélago de los Chonos. Estuve nueve meses en el año 2017. En ese sentido, el libro en particular está muy centrado en lo que yo vi, en lo que recorrí. Tuve la fortuna de conocer varios lugares de la región de Aysén tanto de territorio continental como de las islas. A pesar de que estuve nueve meses, es una visión muy de afuerina también, no de turista, pero tampoco es la de una persona que haya sido nacida y criada ahí.Sobre el tema de la infancia que aparece de pronto en el libro, es que en ese tiempo hice talleres extraprogramáticos en una escuela a niños entre 3ro y 8vo básico. Entonces lo que hay son recuerdos personales, míos, y también de lo que yo veía en ellos. 

Los textos de Contaminaciones prescinden de signos de puntuación, excepto por el último poema, que tiene comas. ¿De dónde viene esta decisión?

Yo creo que eso tiene harto que ver con provenir de las artes visuales, donde, de alguna forma, solamente por una cuestión instintiva, consideraba que la puntuación ensuciaba el texto y las imágenes. Me interesaban las imágenes, que están súper comprimidas y son bien persistentes. No hay tantos espacios de descanso, ya que buscaba generar una de sensación de ahogo. Es por eso que no hay puntuación. Ver el texto desde lo visual, que no existieran estas interrupciones de las comas y los puntos, y también tener la intención, lograda o no, no lo sé, de que las imágenes emergieran y tuvieran mayor protagonismo. En ese sentido, la intención está puesta en el ahogamiento.

El libro tampoco tiene epígrafe, que podrían entenderse como gestos de influencia o lecturas rastreables. ¿Cuál es la relación con tus referentes personales en la poesía y cómo influye (o no) en tu escritura?

Creo que en ese tiempo no sentía una cercanía que me haya marcado demasiado con los referentes que tenía de escritores o escritoras. Aunque sí estuvo presente la escritura de Diamela Eltit, Paula Ilabaca o Ingeborg Bachmann, pero creo que el referente al momento de edición y de mayor trabajo fue el taller. Ahí mis referentes máximos fueron mis compañeros de escritura, que eran gente que no había publicado.

¿Qué talleres tomaste y por cuánto tiempo?

El 2018 estuve full en eso, después me encerré y no quise ir más a talleres. Pero el 2018 estuve en un montón, anduve picoteando en varios, estuve con Diego Ramírez, con Paula Ilabaca, con Zurita en la UDP, con Lucas Costa y Christian Foersten. Picoteaba y de varios me fui antes de que terminaran. Después hicimos un taller entre ex talleristas, éramos como seis y fue el mejor taller en el que he estado.

¿Siempre con el mismo proyecto, con el mismo libro?

En ese momento, para mí no era un libro, yo no sabía que era un libro. Eran poemas que estaban anclados a una temática, a un lenguaje que quería trabajar, en el que también, después de haber vuelto y haber vivido la experiencia súper fuerte en el sur, quería conectar con lo creativo. Tenía dramas con las artes visuales, personales, y como con lo tradicional y lo dogmático que tiene la Escuela en la Chile, entonces para mí era como la libertad. No es que lo sea cien por ciento, pero en ese momento sí lo representó.Los textos que quedaron en Contaminaciones fueron textos que trabajé de forma personal y que llevaba a los talleres. Ahí pasaban cosas bien locas porque escribía e iba tomando imágenes o palabras que me interesaban, las iba anotando. Incluso en un tiempo en que trabajaba en el MIM, me rayé con los satélites y las lunas de los planetas. O a veces me pasó que me empezaba a quedar dormida y comenzaba a soñar con poemas. Despertaba y los anotaba en el celular, en el chat que tenemos con nosotros mismos yo creo que la mayoría de las personas. Me pasó más de una vez. Esos poemas quedaron y casi no están editados. Son poemas cortitos y quedaron el libro. Pero no me ha vuelto a pasar nunca más.

Cuando se publicó Contaminaciones, tú estabas viviendo en Barcelona. Cuéntame cómo enfrentaste el proceso de publicación del libro en Chile. ¿La distancia afectó en algún grado tu sensación de publicar?

Fue muy raro, estar viviendo algo así tan lejos. Fue bonito el proceso de edición y empezar a verlo en concreto, el diseño de la portada, todos esos detalles, después ver fotos de cuando salió de imprenta. Cuando salió, la gente cercana que lo compraba me mandaba videos para mostrármelo diciendo que quedó lindo. Era raro porque era una imagen virtual, y yo lo que más quería era poder verlo, tenerlo, palpar el objeto, pero seguía viendo la imagen virtual, solo que con una actualización, ya no un Word.Contaminaciones me lo trajeron a Barcelona como dos meses después. Fui después de clases a buscar los libros y tenía una junta con mis compañeros, así que me los llevé directo al bar. Fue súper lindo porque si bien nos conocíamos poco, o de poco tiempo, la relación era intensa. Todos estábamos en proceso de escritura, me sentí muy acompañada por estas personas que estaban en lo mismo. En ese sentido era raro, porque no acompañaron y no tenían idea sobre este proceso ni de su escritura, pero estaban ahí apoyándome.

Una vez publicado ¿fue una liberación para ti dejarlo partir?

Fue muy emocionante verlo, ya lo tengo y aquí está. Pero no sé si alcanza a ser una liberación, porque fue algo muy nostálgico también: estar en otro país, conocer a muy poca gente, extrañar a las personas que estuvieron durante el proceso. Era raro porque veía que algunas personas lo compartían por Instagram y yo aún no lo podía tener.Pienso que, como es la primera publicación y estaba lejos, esa liberación sí ocurre, pero va de forma paulatina. En ese sentido me ha venido muy bien estar de vuelta en Santiago. Ahí pasa otra cosa y creo que cuando empiezan a aparecer lectores, aunque sean poquitos, y que no sean los lectores de taller, sí hay un proceso de liberación del texto que es diferente y que tiene que ver con crear otras instancias de intercambio.

Entiendo que estás escribiendo tu primera novela, habiendo partido publicando poesía. ¿Hace cuánto lees o escribes?, ¿cómo fue la aparición o el cruce entre la escritura de poesía y la narrativa?

Empecé a escribir en el colegio. Para mí la lectura era un poco de evasión, no me gustaba la escuela, no me gustaba la gente, entonces me gustaba dedicarme a leer. En ese tiempo leía más narrativa, escribía cuentos.Le tenía un poco de miedo a la poesía, me sentía tonta, ahí pienso en lo que dice Bernstein en El poema difícil, me pasaba eso: me sentía tonta incluso con las letras de algunas canciones porque “no las entendía”. Y en un taller que tuve con un profesor en el colegio, preparé un texto en prosa poética que disfruté un montón hacer, me encantó jugar con el lenguaje y crear escenarios. Después dejé de escribir varios años. También dejé de leer o leía otro tipo de textos. Me reencontré con la literatura leyendo a Lemebel como a los 25, y ahí retomé la lectura.El viajar a Barcelona me hizo darme cuenta de la importancia de la influencia cultural y la producción nacional en mi trabajo. Nunca le había tomado el peso a lo mucho que me gustaba lo que se hacía acá. Y claro, cuando estaba estudiando y conocí la obra de Lemebel o las del CADA, me marcaron bastante, en el sentido de que eran performances e intervenciones artísticas en el espacio público sumamente poéticas sobre una realidad muy terrible. Y bueno, además de experimentar en las artes visuales, escribía, entonces allí también había una proyección personal.Los talleres de escritura vinieron después de que salí de la universidad. Y ahí me di cuenta de la importancia que tenía ir actualizando y matando a los maestros y a la gente que uno idolatraba de chica, entonces empecé a leer otras cosas o buscar qué estaban leyendo o escribiendo las personas de mi edad. Ahí aparece también el cruce entre la poesía y la narrativa, crear textos más híbridos.

La novela en la que estás trabajando. ¿Se origina a partir de cursar la maestría en Barcelona o es una idea que proviene de antes?

Era una imagen, partió de una imagen de algo que viví en Santiago. Hubo un incendio en el edificio en el que vivía y se llenaron los pasillos de humo. La imagen del humo en los pasillos me quedó clavada. Ahí empecé a escribir un cuento que me quedó horrible, y que al final pude empezar a hacer este trabajo con la misma imagen y que ya se convirtió en algo totalmente distinto. No tiene nada que ver con el cuento inicial.Por otro lado, el tema de la narrativa ha sido como aprender a escribir de nuevo, me ha costado mucho entender la estructura, me ha costado mucho integrarlo, pero creo que ha sido un proceso muy bonito de autodescubrimiento de que, para mí, lo importante es el uso del lenguaje y lo poético en el lenguaje, más allá del género en sí de poesía o de narrativa. Entonces creo que eso siempre va a estar presente en el género literario que decida llevar a cabo. No sé si me llegue a mover tanto más de donde estoy, pero para mí eso es fundamental. Es complicado sí narrar, es todo un trabajo, ha sido muy difícil, pero ha estado entretenido.

¿Encuentras diferencias en la escritura de poesía y la de narrativa?

Son dos mundos diferentes. Es como que vinieran de distintos hemisferios del cerebro y yo estoy buscando el punto de encuentro. Así que difícil. Yo creo que este último tiempo me ha marcado mucho eso y también ir adquiriendo mayor disciplina a la hora de escribir, ir creando más capas en la escritura.

¿Dejas la lectura de lado cuando escribes?

Hace poco decidí dejarla de lado cuando escribo porque se me empiezan a cruzar los cables. Es por eso que voy intercalando los procesos entre períodos de lectura y escritura, por separado. Es un poco difícil porque ambos son muy estimulantes para el otro, pero creo que también puede funcionar como un motor.

¿Tiene que ver con algo ligado a la pureza de tu estilo? 

Es que yo creo que la influencia siempre está. Pero a mí me pasa que me contamino súper fácil. Lo que me pasó en el verano fue catastrófico, porque empecé a leer Patas de perro, y estaba alucinada leyendo, y después me senté a escribir y cambié la forma de lo que estaba escribiendo. Se me pegó otro tipo de puntuación que no tenía nada que ver con lo que venía trabajando. Me quedé con la mía finalmente, pero Droguett sigue estando ahí.

El próximo año publicarás un nuevo poemario. ¿Qué diferencias tiene con Contaminaciones?, ¿se cruzó la escritura de ambos libros en algún momento? ¿Lo trabajaste en talleres?

Cuando escribí ese nuevo libro me sentía muy anclada al territorio y al paisaje. Cuando hacía cosas en artes visuales hacía muchas cosas desde lo urbano, y en poesía lo he hecho más desde lo natural. Tenía muchas ganas de buscar otro tipo de desiertos, porque de alguna forma yo veía estos paisajes del sur de Contaminaciones como desiertos para la especie humana. Para el libro que se publicará el próximo año pensé en el desierto y me fui a como África. Hice un texto que tiene que ver con el paisaje, con el desierto del Namib, y ahí me anclé a esta cosa desértica y de la arena, el cambio del movimiento del paisaje a partir del viento. Una especie de historia en donde el paisaje fuera cambiando constantemente, es más narrativo. Tiene que ver mucho con ser hija, con la relación madre e hija y la construcción identitaria a partir de ese proceso de separación. Es distinto a Contaminaciones, no es tan cargado, no es tan hermético. Y no, no se cruzaron en la escritura los dos libros y tampoco lo trabajé en talleres.

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