UNA memoria que germina
Vivero de A. J. Ponce

Eliza Adonis

Al escuchar o leer la palabra «vivero» tendemos a relacionarla con un lugar donde crecen plantas, sin embargo, el sentido de esta palabra es más amplio, y esta particularidad dota de interpretaciones más variadas a Vivero (Ediciones Liz, 2023). La palabra «vivero», como dije, posee un significado más extenso que el que le damos habitualmente, y es esta particularidad la que le permite abordar uno de los temas que recorren el texto, el de la transformación. En esta amplitud de la palabra aparece la acepción de «vivero» como un «lugar para algo», pudiendo ser un criadero de distintas especies –vegetales o marinas–, en el que estas especies interactúan y devienen, debido a esto, en algo distinto que se mantiene, sin embargo, contenido en el vivero/novela.

El argumento de la obra puede resumirse a partir del siguiente segmento:

«Paternidad cifrada

El sistema es sencillo si se desmiembra en piezas:

1. Papá tiene demencia senil tipo Alzhéimer en etapa moderada.

2. Mamá decide cuidarlo a pesar de sus repetidas deslealtades en un lapso de cuarenta años.

3. A sus otros hijos no les importa qué ocurre/ocurra con él.

4. Un periodo de encierro donde el tiempo corre a un ritmo atomizante.

Papá tiene nombre, se llama Arturo» (p. 21)

Allí el narrador lista los elementos centrales de la historia. Esos que va a desarrollar a partir de distintos tipos de textos: un diario de vida, anuncios, poemas, marginalias, listados, relatos de revistas, entre otros. Esta es, a mi parecer, una de las características más elogiables de Vivero, el modo en que se narra la historia del protagonista, la relación con su padre enfermo y la decisión que toma el primero al irse a vivir solo durante la pandemia de COVID. Resulta atractiva la decisión estilística de contar utilizando tipos de textos cuya función no es narrativa y, sin embargo, cumplen, desde ese otro lugar, con transmitir información. Esto es posible debido al talento del narrador para distribuir los acontecimientos en muchos textos no narrativos, logrando que estos fragmentos de la historia se ajusten a la forma que exige cada uno de los textos.

En algunos pasajes este trasvasije de información no está tan lograda, ya sea porque los datos no se ajustan tan bien a la forma, primando la función narrativa, o por caer en reiteradas ocasiones en textos que se acercan al monólogo interior y a la poesía en prosa. Por ejemplo, en el segmento «Manual de instrucciones al reverso del champú sobre cómo tratar a tu padre con demencia senil»: «Hace unos meses nos dejamos atrapar por una película vieja. Blanco con negro, en el canal nacional. Antes de que todo explotase. Antes de que me fuera a vivir solo» (p. 71). Siguiendo las reglas de la obra, el texto debería responder a la forma discursiva del manual de instrucciones, sin embargo, la información se entrega de manera narrativa, rompiendo con la lógica lúdica de Vivero. También hay varios textos en prosa poética como «La (i)lógica de la herida» (p. 87) y «La anamorfosis» (p. 99), que podrían haber continuado el juego de las formas textuales, sumando a la experimentación discursiva de la obra.

 En esos momentos, no se descubre ni se juega de forma adecuada con otros formatos para mantener la coherencia y línea experimental de la obra. En cambio, en otros textos que conforman Vivero se aprecia el entusiasmo y la voluntad del autor por seguir las reglas de su juego – narrar a partir de un collage textual– consiguiendo entregar una narración pulida, ágil y fiel a su naturaleza lúdica, por ejemplo, en: 

Arquelogía genética (p.67)

Adenina1 Adenina2 Adenina3 Guanina4 Guanina5 Adenina6

1 Yo soy una tara

2 Antes de perder la motricidad de su lengua, papá invocó a su madre, la hija primera del cacique Tarata, valle escondido entre Los Andes. Y con eso me hizo sentir como un objeto abyecto.

O en «Escitalopram» (p. 133)

También destaca el texto «Formas de borrar un bosque» (p.121), ya que en él no solo se experimenta a nivel textual, sino con el significado de la palabra «borrar» respecto de la cantidad de distinta que va disminuyendo según avanza la enumeración de especies:

Quisiera centrarme en dos temas que toca Vivero: la transformación y la memoria. La obra aborda la transformación de distintos personajes, una transformación que responde a la relación entre ellos, no a un estado aislado. La más evidente es la del hijo que se convierte en padre de su padre y que, por consiguiente, troca al padre en hijo de su hijo «Tallar el cuerpo del otro que a la vez es el padre con las manos del hijo es desafiar el orden santo. Subvertir las categorías de los poderes familiares, y con el solo gesto de fregar con ternura, hacer aparecer lo real» (p. 17). Esta transformación es posible debido a la vulnerabilidad del padre, es decir que, para poder trascender lo que somos, en este caso el protagonista que es hijo trasciende su rol familiar y se convierte en padre de su padre, no debemos necesariamente volvernos más fuertes, sino, más débiles –en el caso del padre–. La trascendencia, en este caso, no es producto del poder y la voluntad, sino, de la imposibilidad.

También existen otras transformaciones como la de la madre, que es también una planta –mala madre, planta que erróneamente se piensa que expulsa a sus «hijos», cuando, en realidad, los mantiene siempre unidos a ella a través de sus ramas–; la del dios que podría sin problemas ser un árbol; la de Ceres –la planta con nombre de planeta enano que cuida el protagonista durante la pandemia– que crece 2.4 centímetros semanalmente y termina germinando/trascendiendo; la del gomero que deviene en la persona con dismelia; la de la hermana que es también cómplice de una de las historias más oscuras de la novela; la de una marcha que es vista como un coro vegetal –«Somos un coro de ruido que juega en el ritmo caótico de la protesta, que se comunica bulliciosa en el silencio» (p. 61)–; y, ya cerrando la novela, la transformación de la persona del video que se come una planta y muta en un ser vegetal.

La transformación es un elemento movilizador que vincula a los personajes y los reúne conformando un árbol, un universo o una historia en la que todo puede ser otra cosa pues se trata de una confusión de nombres: «Sería lindo darnos cuenta de que hemos puesto un nombre equivocado a todo. Y de que el sonido de las cosas es un ser distinto y separado de los objetos que lo producen. Así el sonido de la lluvia sería el mismo silbido de las hojas […] ¿Qué tan grande se volverían los bestiarios?» (p. 49). Esto también puede visualizarse a nivel formal, ya que un tipo de texto va transformándose en otro sin perder el vínculo, para ser parte de algo más grande, que es la novela. Vivero es una obra que debe leerse desde ese lugar, el lugar donde todo puede mutar y seguir siendo lo mismo porque todo está conectado.

Por su parte, el tema de la memoria es mucho más evidente que el anterior, pues gira en torno a la enfermedad que aqueja al padre. Más allá de esto, me interesa el modo en que el protagonista pareciere luchar contra la pérdida de los recuerdos, los de su padre y los suyos, desde  el registro (la novela en sí), incluyendo el –entendido como el rescate–, audiovisual, a través de las grabaciones descritas en la historia –grabar el departamento, grabar a la planta reaccionando a la luz, grabarse junto con el padre–, de la videollamada que el protagonista comparte con su sobrina y que se vuelve significativa en el contexto del encierro y la distancia –de tiempo y espacio–, medida en los centímetros que anota al reverso de la foto y, finalmente, el video que observa el protagonista. La historia «podada», presentada en estos textos/fragmentos, da cuenta de ese registro, que echa a mano a todo tipo de estructura –y medio– para encapsular –y proteger– los recuerdos. 

La memoria es frágil y entiende, debido a esta fragilidad, que debe extenderse hacia otro tipo de memoria –como un disco duro al usb, a la nube– para proteger sus recuerdos –lo que se es– de los estragos a los que se expone su materialidad, llámese tiempo, accidente, condición. En este afán de proteger esta memoria, el protagonista es capaz de transformarse y extender sus límites hacia la escritura, codificarse, fundirse con el texto para germinar.

«Sería una contradicción amorosa darnos cuenta de que el infinito de la tierra lo hemos confundido con el silencio» (p.50).


Eliza Adonis (Santiago, 1977). Profesora y escritora. Ha publicado los poemarios Heroína (La Joyita editorial, 2015) y La pesca milagrosa (Ediciones Liz, 2021), con el cual fue finalista en los Premios Literarios de Santiago 2022.]

A. J. Ponce (1994). Escritor e investigador chileno cuyo enfoque se centra en la exploración de las dimensiones transdisciplinarias de las artes. Su obra Vivero (2023, Ediciones Liz) obtuvo el premio MOL en la categoría de narrativa como obra inédita.]

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