La madre como plegaria
Mantis de Rafaela Gómez

June García Ardiles

Santateresa, campamocha, esperanza, tara, tatadiós, mamboretá, silbata, armacaballo, arcalabatruca, marirramos, caballito del diablo, mantis. Seis a siete centímetros, antenas delgadas, dos ojos compuestos, tres ojos simples, una cabeza que gira en ciento ochenta grados, dos patas delanteras provistas de espinas que se recogen como en una plegaria, un insecto que adquiere la posición de una abuela que reza a las orillas de una cama, como Clemencia, la abuela de Fernanda, la madre de Clarina. 

En El corazón del daño, María Negroni escribe «Mi madre: la ocupación más ferviente y más dañina de mi vida. / Nunca amaré a nadie como a ella. / Nunca sabré por qué mi vida no es mi vida sino un contrapunto de la suya, por qué nada de lo que hago le alcanza». Rafaela Gómez, en Mantis (Neón, 2023), explora ese estrago materno, desde los nudos sanguíneos de una hija, madre y abuela, y también desde las mujeres que no son madres, o que son madres de hijas que no son sus hijas, se adentra en un entramado de afectos no familiares, de ese amor que extiende y crece a través del cuidado. Porque son siempre las mujeres las que cargan el peso de las vidas en sus cuerpos. Cito: 

«A las ocho guardo silencio por todas mis versiones, pero no se reza. Abuela, no se reza. Están seguras, no saben que las vemos, no quiero que las vean, abuela, nadie puede ver los rostros reflejados por el ventanal. Entonces, casi por impulso y como si alguien me obligara a entrelazar mis manos para rezar de una vez, las miradas se clavan en mis huesos con envidia porque lo que calza no es nunca suficiente, es mediocre. Insisten con los dientes apretados y se hacen pasar por mí, aunque todas se reduzcan únicamente a mi nombre. Porque yo soy la única y entre medio de todas las apariencias, le grito con fuerza a mi amuleto que estoy cansada, que rece por mí, que rece por mí, que rece por mí. Abuela reza por mí» (p. 62).

La búsqueda del origen de la enfermedad es el lugar de inicio del libro. La bulimia, la necesidad de un viaje de retorno al hogar materno, el silencio. Matarse a punta de reventar el estómago comiendo y vomitando, dañarse para encontrar alivio.

Estar dentro de la boca de un cocodrilo, eso es la madre. Así describe Lacan el deseo materno. En Mantis, Fernanda viaja a las fauces de su madre, Clarina, como Clarina viaja a las de Clemencia, su propia madre. La muerte las rodea y las enfrenta a pensar en sus segundas madres: la tía Rosa y Leonor. Rafaela construye con prolijidad complejas relaciones entre mujeres que se aman sin compartir material biológico, que se necesitan para escapar de sus propias madres. Porque Fernanda y Clarina comparten una herencia o destino del cual no se habla, que queda enterrado entre los recuerdos, que se esconde y se acumula como tantos secretos familiares. Fernanda y Clarina vuelven a sus madres, porque no son solo las madres las que vuelven a sus crías, sino que son las hijas quienes necesitan el hogar de infancia para reconstruirse.

En la historia de esta triada: Fernanda, Clarina y Clemencia, se entrecruzan otras mujeres que son fundamentales, que les permiten vivir, como tía Rosa, Leonor, Pati, Martita, Norita y la Virgen. Es sobre todo la Virgen, la fe, la religión, las creencias, los ritos, la espiritualidad, lo que reúne la sabiduría de estas mujeres, muy anclada al paisaje del norte que las rodea, que es imposible de esquivar, que trae tantas desgracias también, que les mete el polvo en las bocas para que vomiten. 

Rafaela juega con las herramientas de la narrativa para entregarnos una novela polifónica, a la vez que muestra su estrecha relación con la poesía:

«Me dice, Fernanda, grita, desahógate. Entonces siento un fuego que quema y el grito se me sale por la garganta, gritar, gritar, gritar, y grito. Grito junto a mi madre hasta que ambas voces se unen en medio de la nada, en medio de cientos de autos que siguen sin bajar la velocidad y nos ignoran, que pasan y nos tocan bocinazos. Madre e hija, ave madre y polluelo, romero y tomate. Era mi madre, y yo era su leche» (p. 137). 

Esa relación con la poesía es lo que hace de Mantis una novela en que el lenguaje, su nivel descriptivo, sus estrategias de enunciación, su posicionamiento de la voz, el ritmo y el tono, sean centrales. Así como ocurre con su autora, esta novela no puede escapar de la poesía para ser escrita, porque Rafaela, a quien conocí leyendo poemas de Idea Vilariño, es alguien que no puede escapar de leer y leer poesía. 

***

Rafaela Gómez (Copiapó, 1998). Estudió Letras Hispánicas y Magíster en Literatura en la Pontificia Universidad Católica de Chile. Ha participado del Taller de Escritura Narrativa de María Paz Rodríguez, 2021 y el Taller de Edición de Alejandra Moffat, 2022. Becaria de la Fundación Pablo Neruda en Valparaíso, 2023. Obtuvo Mención Honrosa en el premio Roberto Bolaño en la categoría Novela, 2021. Mantis es su primer libro.

June García Ardiles (Santiago, 1996). Escritora y periodista. Autora de Tan linda y tan solita (Montena, 2017), y la saga infantil El mundo de Lulú (Alfaguara Infantil, 2018-2023). Realiza talleres de feminismo y literatura, y clubes de lectura. Trabaja como periodista cultural para la revista Galio.

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