«Para que haya crítica de verdad, tiene que haber varios medios que la hagan, porque si no, no funciona»:
una conversación con Daniel Mella, escritor uruguayo y editor de revista Oro

Diego Leiva Quilabrán

Daniel Mella nació en Montevideo en 1976. Ha publicado las novelas Pogo (1997), Derretimiento (1998), El hermano mayor (2016), Visiones para Emma (2020), la novela corta Noviembre (2000), el libro de cuentos Lava (2013) y el libro híbrido Inés/María. Además, desde el año pasado es editor de revista Oro, dedicada exclusivamente a la publicación de textos literarios, mezclando autorías consagradas con emergentes de la escena uruguaya y de América Latina.

En el marco del Festival Internacional del Libro y la Lectura (FILL) de Ñuñoa en su versión 2024, con Uruguay como país invitado, Mella es parte de los/as autores/as charrúas que estarán participando de diversas actividad. Este viernes 1 de marzo a las 20.00 hrs., en el conversatorio “Crisis de la prensa cultural: resistir entre revistas”, compartirá espacio con Álvaro Matus, editor de Revista Santiago, Patricia Espinosa, crítica literaria y académica, y nuestra directora, Gabriela Alburquenque. Con motivo de dicho espacio, invitamos a Daniel a una conversación previa con nuestro editor Diego Leiva Quilabrán, para conocer más de su trabajo y compartir experiencias en torno a la prensa cultural.

Daniel, ¿cuál es tu evaluación sobre el contacto literario entre Chile y Uruguay?

A mí me gustaría que hubiera mucho más relación, más directa o más fluida, entre la literatura uruguaya y la chilena. ¿Es más fluida entre Uruguay y Argentina? Ponele, capaz que por la cercanía. Por Montevideo, el Río de la Plata. Igual tampoco es lo fluida que debería ser. O sea, no estamos enterados de todo lo que ocurre en Buenos Aires, o de todo lo que escriben los argentinos.

Desde hace unos años, que abrió acá en Montevideo una librería que se llama Escaramuza, que al mismo tiempo funciona como distribuidora. Uno de los dueños es uruguayo, Alejandro Lagazeta, y el otro es Pablo Braun, que es el dueño también de Eterna Cadencia y de la distribuidora Big Sur. Por eso acá están llegando más libros de editoriales independientes argentinas, más libros de alguna editorial independiente, no sé, peruana, chilena, o sea que eso abrió un poquitito más la cancha, para nosotros enterarnos de lo que está ocurriendo en otros países; pero si no fuera por esa movida en particular, de esta librería en particular, sería muy poco. Recibiríamos solo los libros que publica Random o Anagrama o Planeta. Tengo la sensación, no sé vos me lo dirás, pero me parece que allá, la gente en Chile se debe enterar de que, no sé, de que Ida Vitale ganó el Cervantes, de que Cristina Peri Rossi también lo ganó, de que Fernanda Trías ganó el premio de Sor Juana Inés de la Cruz, pero después, lo que ocurre acá adentro, lo que publican los uruguayos, nada. Porque no hay mucho uruguayo internacional en este momento.

También, claro, y no sé, también, a mí me pasó eso publicar y ya, casi todos mis libros, están en Argentina y en editoriales bastante buenas, yo que sé: Eterna Cadencia, Orsái. Y lo que me dicen los editores es que una de las razones es la poca venta, o la poca crítica que se le ha hecho. Capaz que en parte porque son editoriales independientes y la prensa le da bola más a las editoriales, grandes y transnacionales.

Una caricatura de un ave

Descripción generada automáticamente con confianza media
Portada del primer número de revista Oro.

Tengo la impresión de que ocurre lo mismo acá: las grandes editorial se llevan mayoritariamente las grandes notas de prensa y el bombo de la poca crítica se ahí. Hay que destacar algunos aciertos de publicación de uruguayos en editoriales independientes, también: Tierra y tiempo de Juan José Morosoli, Prontos, listos, ya de Inés Bortagaray, Si las cosas fuesen como son de Gabriela Escobar, La ciudad invisible de Fernanda Trías, por ejemplo. Sin embargo, se cruzan dos factores: hay mucha publicación independiente y poca prensa cultural independiente.

Totalmente, totalmente. Acá la prensa cultural, la independiente, es casi que puramente digital. Es algún blog, es alguna página que hay de gente que hace reseñas por amor al arte, y después los diarios y los periódicos tienen una sección cada vez más reducida, dedicada a la cultura o a la reseña literaria. Y ya no son reseñas, antes había reseñas de una página entera, hoy eso es inconcebible, o sea, estamos hablando de la diferencia entre una página, como referencia, hace diez años. Hace diez años todavía podías esperar en algunos medios, en algunos diarios, en el suplemento cultural, una reseña de una página entera, o sea, bastante concienzuda, hoy son pastillitas, como pequeñas publicidades del libro, ni siquiera son críticas, son como “Hola, existe esto”.

Da la impresión de que podrían ser perfectamente la contratapa de un libro, muy en ese formato. No hay mucha diferencia.

Exacto, es eso mismo. Entonces, no hay mucha posibilidad para que nada haga eco. En ese sentido es como que estamos en el horno.

Además, Uruguay es un campo cultural pequeño, ¿no?

Sí, es un mercado muy pequeño, somos tres millones de personas. Hay como un mito, un número, que ronda la cabeza de los músicos, de los escritores. Es como: vos sabés que hay 300 personas que van a comprar tu libro o que van a ir a ver a tu banda o que van a ir a ver tu película. Es como un circulito, que vamos y compramos el libro, vemos la película, vamos al teatro, pero después tiene que ocurrir algo muy raro, extraordinario, con un libro –estamos hablando de libros de literatura, o sea, libros de calidad–. Acá se publican libros de, casi siempre novelas históricas, que la gente va y la compra, capaz que ahí compran, 2000 personas, 5000. Ya, eso es un best seller en Uruguay. La tirada común de una editorial, independiente acá son 300 libros, y la tirada de, Planeta o de Random House son 1000, no es mucho más, tampoco. Rara vez se agota una primera edición. 

Antes sí sucedía, cuando todavía existían los suplementos culturales y se le daba bola y había lugar para la crítica. Podías tener, no sé… El hermano mayor, uno de mis libros, tiene como nueve ediciones de 500 ejemplos cada una. Es bastante para Uruguay, es un montón; lo mismo con Lava, un libro mío de cuentos. Son libros que se vendieron en una época en la que había como un aparato de legitimación, que dijera “esto está bueno” y se hablaba, se discutía, se debatía. Ahora para que un libro supere la primera edición, tiene que ser medio milagroso, como lo que acaba de ocurrir, con una joven. Tamara Silva, que tiene 24 años, que, publicó un libro de cuento y ganó el Bartolomé Hidalgo, que es un premio bastante importante acá en Uruguay. Ahí se generó como una cosa, de que vendió, trece ediciones en 6 meses, pero en parte viene dado por esto de que es una jovencita, entonces se generó como una euforia. La gente quiere ir a ver qué es esto, de una joven que escribe muy bien, pero, si ella misma, hubiera publicado ese libro con 40 años, capaz que no vendía ni treinta. Pero hay como un hambre de que algo ocurra; entonces cuando algo parece ocurrir la gente va.

Por un lado, desapareció la crítica y, por otro, la figura del escritor que vive de los libros.

No, es imposible. Acá en Uruguay creo que nadie vive de los libros. Creo que una escritora. Mercedes Rosende, una escritora de novelas policiales, que se ganó un premio en la Feria de Frankfurt hace unos años. Yo no sé si ella ahora está viviendo de sus libros, parece que le pagaron mucha plata por los derechos de varias de sus novelas, y es como el último caso de una escritora, que pareciera que pudo dejar su trabajo. No me acuerdo qué trabajo tenía, si era contadora o abogada o qué, pero es casi imposible que ocurra eso. Desde Eduardo Galeano y Mario Benedetti que no hay escritores que vivan de la literatura en Uruguay, o sea, y ellos vivían un poco también de la literatura porque, porque justo la coyuntura política, no, como había una revolución, había un pensamiento de izquierda, la Revolución Cubana, no sé qué y tal. Pero, ni siquiera Onetti creo que vivía de eso. Onetti vivía gracias a Carmen Balcells, me parece que le bancaba la vida, pero no porque vendiera muchos libros, sino porque le conseguía buenos contratos y era una mujer a la que le importaba que sus escritores vivieran un día más. Pero, no, eso es un sueño imposible.

Entrando en el asunto de producir literatura y libros. ¿Cómo nace revista Oro en ese contexto?

La revista salió el año pasado. El 2023 fue nuestro primer año. Yo me gano la vida dando talleres y tengo muchos alumnos muy talentosos. Se me llenan los talleres y no son los míos los únicos talleres en Montevideo que se llenan. Y hay bastantes editoriales independientes, dentro de todo lo que es la hambruna que hay acá. En 2022 me empecé a acordar de cuando yo era joven, cuando yo tenía dieciocho, diecinueve años, que era una época bastante floreciente en cuanto a esto –estamos hablando del año 1995, 1994–. Había varios suplementos culturales acá, estaba el suplemento cultural de El País, estaba la separata cultural de la revista Posdata, que se llamaba Insomnia, estaba la revista Tres y llegaban de Buenos Aires, medio de contrabando, la V de VianCerdos y Peces. Había una movida muy interesante de revistas o de suplementos culturales, y yo me acuerdo de lo lindo que era leer esas revistas y andar con estas revistas de acá para allá y prestárselas a la gente, que te las prestaran, y enterarte de escritores y de artistas que nunca te hubieras enterado, si no fuera por esa revista. Y me acuerdo del placer que era descubrir, el placer de leer crítica o reseñas. Y me deprimió un poco pensar que ahora no hay nada de eso. El joven que hoy escribe y le gusta leer no tiene una revista que pueda decir “mirá, tengo la Cerdos y Peces, tengo V de Vian”, “vos, mirá, leete esta Insomnia que está buenísima, mirá lo que dicen acá”, bla, bla, bla. Y me dio como una nostalgia de eso y la sensación de que había como un vacío, que había quedado un vacío hace tiempo, y de que ese vacío bien podía volver a llenarse y de que si alguien podía hacerlo bien, era yo. Entonces dije “vamos a probar hacerla, vamos a probar hacer una revista en papel”.

Me gustaba la idea de que fuera en papel y de que fuera en papel de diario, además, porque mi suplemento cultural favorito en aquella época era el de El País, que tenía unas veinte páginas, veinticuatro páginas, no me acuerdo, y era de papel de diario. Era relindo manipularlo, se te desarmaba, llevarlo. Quedaba muy bonito en la mesa de luz o lo ibas coleccionando. Tenía una cosa de, de escritor, de hombre de letras, de lector de periódico, como esa cosa vieja. Entonces hablé con un amigo, Gastón Atchugarry, y le compartí la idea y me dijo “mi sueño es tener una revista, vamos a hacerlo”. Él puso la plata, porque teníamos que empezar con un dinero. Yo tenía un alumno por esa época que es diseñador, Juan Palarino. Nunca había diseñado una revista, pero es un gran diseñador y se copó con la idea, así que aprendió a diseñar una revista con Oro

Arrancamos muy de cero, yo nunca había tenido una revista, ni había escrito para el suplemento cultural. Yo mismo en una época, sabía más o menos algunas cosas, pero no tenía idea de lo que era arrancar una revista de cero, y me pareció que la idea del papel estaba buena, en parte, porque me pareció que era una manera como de devolverle valor a la revista y a la literatura, porque las revistas digitales… A ver, todo lo que está bueno termina apareciendo en papel, el papel todavía sigue siendo lo que legitima la calidad literaria. Si vos tenés un buen blog, te lo va a comprar una editorial y lo va a sacar en formato de libro. Aunque salir en digital tiene, obviamente, sus beneficios: abarata costos, se alcanza a un público potencialmente mayor, no sé, qué otras ventajas tiene lo digital, pero creo que es como aceptar una derrota: no querer reconquistar el papel. A ver, es mejor que haya revistas digitales, a que no las haya en absoluto, pero me pareció que el gesto de tener una revista en papel era un gesto un poco de recuperar este terreno. El terreno de lo legìtimo, de lo que termina dándole valor a la literatura. 

Gastón Atchugarry fue mi socio durante todo el año pasado, pero ahora se retiró y pasó a dedicarse a un festival que está organizando, un festival internacional en Punta del Este. Quedé yo a cargo de las tareas de dirección como editor. Lo fui desde el principio y director también, pero ahora me encargo yo también de la parte administrativa. Somos muy pocos: yo, Juan Palarino, que es el diseñador, y Nacho Vásquez, que va a ser nuestro nuevo agente de prensa y community manager, en remplazo de Ana Rodríguez. Somos esos tres, es muy chiquito el staff, digamos.

¿Cómo es el proceso de selección de textos para la revista?

Yo elijo a los escritores que me interesan, o sea, a los escritores que a mí me gustan. Les escribo, averiguo sus mails o sus Whatsapp. Les escribo, les pido un texto y la mayoría –o la mayoría de los que me responden, porque algunos no responden– me dice que sí. Con Oro sucede algo que en otras revistas de acá o en otros medios de prensa acá no ocurre, que es que les pagamos a los autores. Eso a muchos autores les gusta, como que les pagues por un texto. Me parece medio fundamental. 

Publicamos solamente textos creativos, no tenemos una sección de crítica. Me encantaría en algún momento poder tenerla, pero me encantaría tener una revista entera de crítica. Mi visión primera fue, además de hacerla en papel, que fuera una revista como las norteamericanas, de esas históricas. Esas que publican yo que sé, solo cuentos y poesía, solo textos creativos, o sea, solo textos para proveer una plataforma a los escritores donde poder publicar sus textos y que se den a conocer a través de la revista y que puedan hacer un mango, también, con lo que escribieron. Y la idea es publicar tanto autores consagrados como emergentes. Siempre tenemos como dos o tres autores, que capaz que nunca publicaron antes en su vida, o que tienen un libro, dos libros, y que no conoce mucha gente, al mismo tiempo que tenemos a, no sé, Alejandro Zambra, Fernanda Trías, Pedro Mairal, Alejandra Costamagna –que la tenemos ahora en el último número que salió–. Tenemos todos los géneros: ensayo, poesía, cuento, adelanto de novela, obras en proceso, fragmentos de obras en proceso. También cosas raras, como apuntes de un cuaderno de apuntes, o fragmentos de un diario personal, cosas un poco más marginales y más secretas, que hago a los autores ir a buscar en los cajones. Vos encontrás algo, tenés que tener algo lindo, alguna carta privada, como esas cosas que tienen en los cuadernos los autores y que muchas veces las desprecian, pero es relindo.

Tienen que ver con algo del trabajo, del oficio de la escritura.

Exacto, eso me interesa mucho. Quería eso, lograr un lugar donde el uruguayo que compra la revista se entere de algunos autores, porque siempre hay también un lugar para cuatro o cinco autores extranjeros. Siempre tenemos un par de argentinos, algún chileno, algún peruano, algún colombiano, tiene que haber un mexicano siempre, para que el uruguayo se entere de lo que está ocurriendo en otros países de Latinoamérica o de Hispanoamérica, y que al mismo tiempo el uruguayo se entere también de otros uruguayos que están escribiendo, que capaz que ni siquiera se enteran. 

Y lo que está bueno de la revista es que, no sé, por ejemplo, es un lugar donde algunos autores pueden publicar cosas que no publicarían en ningún otro lugar. Siempre, en cada número hay una entrevista central. Yo entrevisto a un escritor en cada número, en el primer número fue Fernanda Trías, en el segundo fue Alejandro Zambra, en el tercero fue Pedro Mairal. Y antes de la entrevista publicamos un inédito de ellos. Para que el que no lo haya leído todavía, primero lea algo suyo, y después se encuentre con la entrevista. Entonces, hay algo muy lindo que sucede ahí, porque publicar un inédito de Alejandro Zambra, es como un orgullo en parte. Justo para el número que salió Alejandro Zambra entrevistado, él había terminado recién de escribir una conferencia que iba a dar en unas semanas y nos la dio para que la publicáramos. Pedro Mairal me pasó unos poemas en prosa muy delirantes que había venido escribiendo al mismo tiempo que escribía una novela y que nadie le iba a publicar. Pero hay una revista que sí. Y me gusta mucho la idea también de publicar textos de gente que todavía no es considerada un autor, porque no tienen libros, no tienen obra –algunos editores acá se me quejaron un poco–, pero a mí eso no me importa mucho, a mí me importa la calidad del texto. Capaz que esa persona no escribe nunca más, pero si el texto es bello, si el texto es hermoso, va para la revista, al lado de alguien que tiene diez libros y 7000 premios. Está esa dinámica interesante, en la revista eso puede suceder.

Una vez emprendido un proyecto de este tipo, ¿cuál es la factibilidad de que subsista en el circuito?

Hace muchos años que no había una revista literaria independiente en Uruguay. De los esos suplementos culturales que yo te decía, estaba el de El País, que es el diario más grande de Uruguay, la separata cultural Insomnia era de una revista que se llamaba Posdata y salía una vez a la semana. Hace como 30 años, más o menos, que no había una revista literaria independiente en Uruguay; entonces somos la primera revista que es como un ensayo, es como estar probando esto por primera vez casi.

¿Hay alguna infraestructura cultural del Estado que participe financiando proyectos?

El primer año no quisimos presentarnos a ningún fondo del Estado porque Gastón tenía la plata para invertir en la revista. Confió en el proyecto y nos dijimos “bueno, vamos a sacar tres números, tres buenos números este primer año; después, ya con las pruebas del producto, vamos al Ministerio de Educación y Cultura, que es el que tiene los fondos y ya es mucho más fácil ganarnos el fondo para poder financiar”. Una vez que ya la teníamos hecha ya después fue mucho más fácil presentarla y obtener financiamiento. De hecho, fue lo que sucedió. También yo previendo un poco, por la cuestión de trabajar dentro de los límites, de que no sea una revista muy cara de hacer, ni muy cara de cobrarle a la gente y, en parte, por la estética, dije “vamos a hacerla con papel de diario, una sola tinta, no hay fotos”. Es pura palabra sobre papel y tiene un diseño muy lindo. La tapa sí está diseñada y adentro hay algunos retoques que le hace nuestro diseñador que la embellecen: hay una foto del entrevistado, pero es una foto rota y con una vuelta artística. Nuestros costos de impresión son los más baratos posibles, el material es muy barato: el papel de diario es muy barato, una sola tinta, no hay fotos. 

Entonces a la hora de presentarnos también al concursodel ministerio, la plata que precisábamos era muy poca. Si fuéramos una revista a color con un papel satinado, nuestros costos se habrían ido realmente al carajo, ahí sí que capaz que no nos daba ni siquiera la plata de los fondos. Pero con la plata que nos ganamos ahora, los Fondos concursables del Ministerio de Educación y Cultura, tenemos plata suficiente para financiar dos de los tres números que vamos a sacar este año. Y el año pasado, porque fue tal la novedad y está tan buena la revista, se autofinanció, recuperó. Se vendió mucho para lo que es Uruguay. Sacamos una tirada de mil ejemplares de cada número, el primer número ya se agotó y estamos por hacer una reimpresión y el segundo y el tercero van marchando. No perdimos plata, que era una de las posibilidades, porque nunca sabes lo que va a pasar y menos con una revista literaria que hace pila que no había acá, pero la gente, muy contenta. Fue como un evento.

¿Tuvieron una actividad de lanzamiento o solo circuló boca a boca?

Nuestra idea es que cada vez que sale un número de la revista –sale en abril, en agosto y en diciembre– hacemos una fiesta. Es un evento y es increíble ver trescientas personas en un evento literario de una revista, bebiendo y bailando, un dj, música…. Es muy extraño para la gente del ambiente. A una presentación de un libro acá en Uruguay van 10 o 15 personas, pero esta presentación de una revista estaba llena, parecía, no sé, una fiesta común y corriente. Había como un hambre de eso.

            . Este año quiero armar una fiesta donde yo pueda poner el bar, yo pueda poner la barra y vender las bebidas y llevarme la plata, porque ahí está el dinero. Así poder financiar la revista por otros medios que no sean solo la venta. Hay que despertar un poquito la imaginación ahí para ver cómo hago para hacer guita con esto y me parece que una fiesta siempre es una buena excusa. Y que haya fiestas que no sean solo la fiesta que organiza un bar o una marca de vermú, que haya una buena fiesta que organiza una revista y que se vuelva como una tradición, también, donde la gente que le gusta leer vaya y la gente que no le gusta leer también vaya, porque está buena en la fiesta y se mezcle. Mezclar gente del teatro, del cine.

            Una cosa que hacemos y que está funcionando relindo es publicar, en cada número, por lo menos un texto de alguien que no sea escritor. En el primer número publicamos un poema hermoso de Magela Ferrero, una artista visual bastante famosa acá en Uruguay. Yo sabía que ella podía escribir muy bien, porque la conozco, entonces le pedí un texto. En el segundo número algo de un actor muy famoso uruguayo que se llama Daniel Hendler. Publicó un texto y nadie sabía que él escribía. Yo sí sabía, le pedí un escrito y escribió uno hermoso, una especie de oda a la actuación, maravillosa. Para el tercer número, Fernando Cabrera, un músico uruguayo muy conocido acá, nos mandó un par de letras de canciones que todavía no sacó, y eso también atrae: decir que hay un texto de un actor, de un artista visual. Siempre vamos a tener algún artista de algún otro ramo, para que se empiecen a mezclar también los públicos. En Uruguay el que va al teatro no lee libros, el que lee libros no va al teatro, el cineasta no va a las presentaciones de libros ni va al teatro. Es como que los artistas están medio disociados y me encantaría que en la revista se unieran las artes, porque hay mucha gente que trabaja bien la palabra en otros ámbitos del arte.

Siempre es una buena excusa para celebrar y encontrarse con gente. Gente, además, con las que uno comienza a relacionarse a propósito del mismo trabajo. Se empieza a encontrar con otras lógicas, otros tonos. En tu caso, sobre todo porque eres quien busca a los autores, es tu ojo el que va a ellos.

Este año me encantaría poder hacer un concurso o recibir textos de gente que los mande voluntariamente. Lo que pasa es que claro, hasta ahora no lo vengo haciendo porque la carga de trabajo sería mucho mayor. Estoy solo yo: yo soy el que recibe y edita todo. Entonces atreverme a leer no sé cuántos textos que llegarán. Hay mucha gente con ganas de publicar cosas que están buenas, ¿no?, pero hay que hacerlo de una manera ordenada. Capaz que una vez por año hacer una recepción de textos general, abrir la cancha y dedicarme a leer un ratito a ver qué puede estar bueno de eso. Porque uno no puede estar enterado de todo tampoco.

Volviendo al asunto de las revistas: me llamó la atención eso que mencionaste sobre un vacío de revistas literarias en Uruguay de treinta años. ¿Hay algo así como un rol histórico de estas publicaciones allá?, ¿debates, hitos?

En Uruguay la última revista literaria que hubo se llamó Los Huevos del Plata. En los 70 la fundó y editó y dirigió un poeta uruguayo que se llama Clemente Padín. Esa fue la última donde se publicaban también bastantes textos creativos y algo de crítica. Pero la revista cultural más importante se llamaba Cuadernos de Marcha; esto fue en los en los 50 y 60, con lo que acá en Uruguay se conoce como la generación del 45: la generación dentro de la que se ubica Onetti, Benedetti, Galeano, Idea Vilariño, Ida Vitale, Ángel Rama. Ángel Rama que es un gran crítico y junto con otro que también es parte de esa generación y de los Cuadernos de Marcha: Emil Rodríguez Monegal. También fue un crítico de relieve. Esa revista fue muy fundante y fundamental, en parte también por la coyuntura política: era una revista con un acento cultural pero también y principalmente con mentalidad izquierda. Eran otras épocas, como que había cosas para decir, había un enemigo claro.

Lo que había también era un ánimo en esa cultura: la gente leía el diario, o sea tu abuelo leía el diario, tu padre leía el diario, tu tío leía el diario, vos leías el diario, todo el mundo leía el diario. Era el lugar donde las cosas se debatían y la opinión se formaba y tenías a los columnistas y entonces era medio inevitable que surgieran revistas de todo tipo y color y subsistieran y funcionaran, incluso una revista cultural. Hoy en día, el área del debate no sé cuál es ni qué es lo que todo el mundo mira. ¿El celular? ¿Y qué hay en el celular? Hay 7000 cosas sin mucha jerarquía. Y la gente lo que está buscando ni siquiera es debatir, está leyendo titulares nada más. En el celular entra a los portales de noticias para leer el titular, ni siquiera se gasta mucho en leer el artículo en sí y son artículos que ni siquiera están necesariamente bien escritos, porque no hay un nivel de exigencia como el que había antes. Decir “esto tiene que estar bien editado”, porque todo es medio inmediato y digital. A la gente le importa mucho más opinar ellos mismos que andar leyendo algo concienzudo, a mí me encantaría tener una revista como, yo pensaba una de las cosas que me encantaría es que es que a la Oro le fuera tan bien que salieran dos o tres revistas más, que a otros también se le ocurriera sacar otras revistas para que empiece a haber vida y diálogo y debate. 

Yo pensaba que me encantaría el año que viene sacar un número especial de crítica. Juntar algunos críticos, proponerles algunos artículos y que vuelva a haber crítica. Pero para que haya crítica de verdad tiene que haber varios medios que hagan eso, porque si está monopolizada en una sola revista, en realidad no funciona. Tiene que haber dos o tres por lo menos.

Pero después pensaba desde el punto de vista del negocio. Me decía un amigo que es editor “no, vos no querés que haya más revistas. No andes diciendo eso en la radio cuando te entrevisten. Vos querés ser el único, porque así es como vas a hacer plata”. Yo decía “boludo no vamos a hacer más plata”.  Cuantas más hay, mejor, ¿entendés?

Cuando hay diálogos, el público espera que un columnista, un editor, una crítica, diga algo; que en la portada haya algún guiño, algo llamativo. ¿Cómo se distribuye Oro?

Por ahora la estamos vendiendo de manera artesanal. La gente la puede comprar por transferencia bancaria y la viene a buscar a uno de dos puntos de retiro: al estudio del diseñador o a mi casa. Si no, la tiene en cinco librerías que hay acá en Montevideo. Y si la gente está en el interior del país o no está en Montevideo o en el país se la mandamos por correo: yo voy hasta el correo y se las mandamos, mientras ellos paguen el envío. Ahora vamos a vamos a instaurar un poco como el formato de digitalizarla para ebook. Para que el que la quiera comprar y esté en Alemania y no la quiera en papel y esté dispuesto a leerla en digital, la tenga. Eso lleva una plata, digitalizarlo para que quede bien formateado con el QR para que no puedan prestársela ni regalársela a nadie. 

Ojalá por ahí se pueda, porque tenemos pila de gente preguntando de otros países y algunos no pueden costear el envío. Le sale más caro el envío que la revista, porque es barata igual, sale lo que serían 7 dólares, es barato, pero para un argentino, por ejemplo, eso es mucha plata, ¿cómo 7 dólares una revista?, imposible. Para nosotros que somos un país que tiene un dólar más estable eso es barato, serían 300 pesos uruguayos, no comprás un libro por esa plata en Uruguay. Un libro acá sale por lo menos 500 pesos, 600 pesos. Los libros de Anagrama salen 700 pesos, los de Random House salen 900. Nosotros vendemos la revista a 300 y es una revista gruesa que tiene 40 páginas. Tiene mucho texto, la gente tarda meses en leerla, es una revista con mucho material y está muy linda.

Evidentemente el costo es un factor importante para considerar, si lo que quiere uno es que circule y se discuta.

Claro, a mí me interesaba desde el principio eso. Pienso mucho en la plata: primero, porque la necesito y, segundo, –capaz que es un pensamiento absurdo– porque acá en Uruguay nadie le paga al escritor por nada. En una época había algunos suplementos que te publicaban un poema o un cuento gratis y vos tenías que sentirte honrado de que te publicaran, como que te estuvieran haciendo un favor. Si te ofrecen dar una charla en algún lado, tampoco te pagan, es como que te están haciendo un favor. Hay una noche acá que se llama “La noche de las librerías”, en la que se llenan las librerías de gente, porque hacen eventos, la gente compra libros. Siempre se hacen charlas y lecturas de escritores, no le pagan un peso al escritor, te están haciendo un favor por invitarte a dar una charla. El premio este que yo te decía, el Bartolomé Hidalgo, que es el premio más importante de Uruguay, no tiene una dotación monetaria. Solo los premios del Ministerio y el premio de la Intendencia de Montevideo tienen una dotación monetaria. Entonces para mí estaba bueno hacer una revista y pagarle al autor, para tratar de instaurar, medio a la fuerza, la profesionalización.

Dignificar el trabajo y reconocerlo como tal.

Exacto, el trabajo. Yo lo vivo como autor, yo lo siento como, bueno, darle valor a mi trabajo. Si me vas a invitar a dar una charla en “La noche de las librerías”, además de pagarme el taxi, pagame mil pesos, regalame dos libros, alguna especie de gesto. Y me parece que para profesionalizar primero hay que conseguir los fondos, que pueden ser fondos del Estado, privados, por publicidad, lo que sea. Si se llegara a profesionalizar y a hacer un hábito de la profesionalización, me parece que hasta puede crecer la calidad literaria. Porque si la gente empieza a escribir sabiendo que puede hacer algún dinero con lo que escribe, la gente va a escribir mejor.

¿Una suerte de esfuerzo?

Claro. Y capaz que es un sueño idiota en un país de tercer mundo, ¿no? Pero pienso en las revistas literarias esas de Estados Unidos. Yo a veces pienso que una de las razones por las que Estados Unidos tuvo una literatura tan fuerte durante el siglo XX, era porque si eras un aspirante a escritor norteamericano, una de tus motivaciones podía ser la de poner un plato de comida en la mesa con tu literatura. Porque si vos publicabas cuatro, cinco, diez cuentos al año, en distintas revistas literarias a lo largo de los Estados Unidos, podías llegar a vivir de eso. O sea, si hay una razón económica, además de las razones de “escribo porque no me queda otra”, “escribo porque amo escribir”, “escribo porque quiero ser famoso”, “escribo porque quiero hacer un lugar en la actividad”, si además de eso hay un mango, mejor.

No sé cómo será allá, pero acá se dice que es de mala educación hablar de plata. 

No, ¿cómo vas a hablar de dinero? Vos tenés que hacer las cosas por amor, por amor. Acá no se le paga adelanto a nadie, ni siquiera en las editoriales grandes, porque al final no es que tengan grandes ventas, tampoco. Entonces, es como que te estuvieran haciendo un favor por publicarte. Creo que en contados casos se pagan. A mí, mi editor me paga adelantos porque sabe que mi libro por lo menos va a vender. Me paga por adelantado como si se vendiera la primera edición.

¿Cuáles son tus proyecciones para Oro?, ¿hacia dónde avanza? Pensando que es una revista joven.

Sí, tenemos solo un año. La idea ya para este es sacar, además de los tres números –abril, agosto y diciembre –, un especial. No voy a decirte qué tipo de especial, porque es un secreto todavía. Capaz que todos los años sacar un número especial por año está bueno. Un número temático, como el año que viene que me encantaría el especial de la crítica, que se me ocurrió hace poquito. Me encantaría incluir una sección de crítica, porque siento que es algo que hace mucha falta, pero para eso tenemos que crecer un poco más. Tenemos que contar con un poco más de recursos. Y me pregunto si la revista misma sería el lugar para la crítica o si estaría ahí bueno hacer una revista aparte, o una separata, porque me gusta el formato que tiene por ahora, de que son solo textos creativos. Tiene algo muy lindo eso: solo te vas a encontrar con poesía, cuentos, ensayos, teatro, diarios, apuntes personales. Es como si fuera un libro. Es como si fuera una antología. Solo que las antologías, por lo general, son mediocres, porque son demasiado temáticas. Sin embargo, una revista, sí, lo puede estar. Porque el editor elige, dentro de una variedad muy amplia. Elige dentro de los escritores en los que él confía que le van a dar un buen texto o un gran texto. No se limita tanto, pero es algo a lo que siempre quiero estar atento, a cuál es la variación. Pienso que la variación más fácil de pensar es eso: una sección de crítica. En parte porque es necesario para la cultura y en parte porque es divertido. A mí me encantaban las reseñas, cómo te educan las reseñas. Es increíble. Te enseñan un montón.

Es una buena experiencia: escribirlas y leerlas. Es como decir “a ver si vimos o vamos a ver lo mismo. Lo que encontré bueno fue esto, lo que me llamó la atención fue esto”. Es un modo de leer y de mediar. Es democrático, también.

Deja un comentario

Previous Post
Next Post