Ser es arder
Paréntesis temporal de Dafne Meezs

Ángel Valdebenito Verdugo

Dafne Meezs nació en Temuco en 1979 y desde hace un par de décadas ha marcado presencia en antologías, encuentros y talleres, principalmente de esa ciudad. Podría alinearse en una misma generación junto a autores surgidos en la región de la Araucanía como Gloria Dünkler, Ernesto González, César Cabello o Juan Wenuán. Sin embargo, mientras ellos ya cuentan con tres o más publicaciones, para Dafne Meezs este Paréntesis temporal (Editorial Aparte, 2023) es su primera obra editada. 

El libro se compone de 35 poemas. El tiempo, la vida, el cuerpo, las relaciones, la violencia, el pensamiento y ciertas resonancias religiosas (el rito, el dios personal) son algunas de las coordenadas temáticas de este poemario. Llaman la atención dos poemas, que parecen incrustarse un poco ajenos al conjunto y que aluden a la ciudad de origen. El primero, «Endeble y vaga» (p. 28).

«Destorcida y laxa

me incorporo

en la mañana áspera de Temuco

la parte ficticia del paisaje.»

Es un latigazo leve antes de ese descargo que es poema final del libro «Perro de abajo» (p. 53). Ambos tocan la cuerda central del ethos temuquense: la violencia que funda la ciudad y la constituye hasta el día de hoy. La violencia del despojo y de la negación del otro, apenas disimulada por la imagen dual europeo-indígena, tal como se expresa en la escultura que se erige en el centro de la plaza de armas de dicha ciudad. 

«Nuestras cabezas brujas vuelan

sus sombras dibujan en el valle el cuerpo de la urbe

De descampado a descampado

abriendo el humo trazamos el laberinto 

Una ciudad soñada no echa raíces

Transitamos

como una mala consciencia de la época

sobre las funciones vitales

de un animal inmenso que de nosotros se alimenta.

Vamos rastreando lo escondido

perro de abajo de su psiquis

moldeada en una lengua anterior a ella

agazapada en los caminos alternativos de la historia

acechando a una memoria advenediza

a un silencio escolar que duerme

entre líneas verticales rojas de sangría»

Ahora, aunque la segunda estrofa de este poema tiente a recalar en ciertos lugares comunes (la historia oculta, la escuela como dispositivo de falseamiento), el poema se resuelve en una interpelación más personal y generacional si se quiere. Sin ser un texto representativo del libro, su intensidad marca una cota altísima, que incluso podría ser contraproducente con el resto del volumen si alguien quisiera atar cabos con la ya convencional diada historia personal-historia colectiva. Afortunadamente este poemario es mucho más que eso. 

Paréntesis temporal se mueve en terrenos menos obvios que el simple registro de la experiencia vital o su sucedáneo más común: el recuerdo de la vida privada. Hay mucha naturaleza en el libro, pero lo natural aquí no es escenario, sino expresión de los distintos estados en que un espíritu inquieto, lúcido y rico en percepciones se manifiesta. Los «árboles de la mente», animales, criaturas, etc., conforman un primer nivel de esa representación. El lado más propiamente humano se vivencia preferentemente en un nivel micro: glándulas (p. 27), tejidos blandos (p. 8), cilios, diafragmas, fibras (p. 22), etc. El cuerpo a este nivel es un espacio que se habita en sus órganos, fluidos, secreciones. Este peculiar léxico genera sus propios desafíos escriturales. Uno de los recursos de la autora consiste en instalar cada poema en un marco fonético determinado y maniobrar desde ahí. Los versos se arriesgan con una carga conceptual y fonética:

«Hundo mi sonda encandilada

a través de colonias de estrellas

translúcidas tropas de cefalópodos y caballos

anélidos bivalvos en su nido abiertos

polimórficas alucinaciones táctiles

ese jardín abisal donde se pierde.»

(«Fascinación», p. 12)

Sin embargo, nunca se llega al exceso y el peso se aligera en el momento indicado. El resultado es una improbable música de palabras largas y consonánticas –Clemente Riedeman destaca en la contratapa la presencia de esdrújulas–, sometidas a una artesanía rigurosa, que en sí misma explica la peculiaridad de la trayectoria de la autora esbozada más arriba.

«Un tropismo deliberadamente lento

falaz ataraxia produce el tiempo

sueño de amor entre la ansiedad y el miedo.»

(«Jardines abisales», p. 14)

Armonizar esa densidad léxica con la musicalidad es un trabajo artesanal difícil que en el libro se resuelve contundentemente, con elegancia incluso. El fluir de la palabra en el ámbito de una materialidad detallada y palpitante recuerda en cierta forma a la poeta mexicana Coral Bracho y, diría también, que de una manera un tanto solapada bosqueja una especie de bestiario personal, un libro de criaturas en tensión. Paréntesis temporal mantiene de principio a fin una coherencia escritural e imaginativa que incita a la relectura y nos presenta una poética de plena madurez, que se tomó su tiempo para amasar –con calma y con buena letra– cada línea, cada poema. 


Dafne Meezs (Temuco, 1979). Profesora de Lenguaje y comunicación. Ha publicado en la antología Sur Fugitivo, poetas jóvenes de la IX y X regiones, en Riesgo País, recopilación de poetas participantes en el encuentro del mismo nombre realizado en Valdivia 2008, y en publicaciones virtuales. Ha participado en diversos encuentros poéticos en distintas ciudades del sur de Chile. Ediciones Lar publicará este año su libro Jardines abisales.

Ángel Valdebenito Verdugo (Freire, 1978). Profesor de inglés. Ha publicado Papeles de la Villa Hostil (Pewma Ediciones, 1999), Patria (Ediciones del temple, 2008) y Mantenimiento (Libros del Pez Espiral, 2015). Formó parte del taller literario Santa Rosa 57. Fundador de la editorial de libros en braille Libro Imaginario.

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