El intersticio desde donde emerge la comunidad
Sutura de las aguas de Daniela Catrileo

Daniela Acosta

Estos días, leyendo Sutura de las aguas para preparar la escritura de este texto, soñé con el mar. Tengo sueños recurrentes donde olas me persiguen y me salvo por muy poco de ser atrapada por una. Sin embargo, en este último sueño, una amiga y yo nos dirigíamos al sur y olas venían desde el poniente y, para mi sorpresa, también desde el oriente. El agua traía fuerza, aunque terminaba un poco más suave a nuestros pies, con un estrépito que no se sentía peligroso. Una mujer tomaba mi mano y me ayudaba a caminar por ese encuentro de las olas. Entonces el mar, los mares, pienso, se parecían más a dos ríos que iban a tocarse eventualmente. A diferencia de la mayoría de mis sueños, hubo un momento en que ya no tuve miedo. Las olas se sentían naturales, juntándose con fuerza, pero sin el temor de que el mar me llevaría. Supongo que la calma venía de la voz de mi amiga, algo ronca, como una piedra áspera y de su mano suave, encontrándose con la mía. 

Estoy segura de que muchas de nosotras –sino todas las personas que leen este artículo– admiramos a Daniela. Su trabajo provoca en mí no solo admiración sino gran inspiración. Posee una cualidad muy particular: en él confluyen, se mezclan, se alimentan, se trenzan, una sensibilidad exquisita y generosa. Una inteligencia lúcida y llena de amor. La hemos podido apreciar en su obra poética y narrativa con anterioridad y ahora también en su más reciente trabajo: el ensayo Sutura de las aguas (Kikuyo, 2024).

La cualidad a la que me refiero desencadena también una confluencia de forma y fondo. Hay una fuerza delicada, de flor abierta, de vida misma, en las palabras que Daniela utiliza, en su ritmo, en el tono; una fuerza cariñosa dirigida a quien lee, a quien se acerca a su obra; además de precisión, destreza e intimidad en los temas que aborda. Creo que ahí radica esa emoción, ese impacto dulce y profundo que me provoca cada vez que la leo o escucho.

En Sutura de las aguas, Daniela indaga en el devenir y potencial político del concepto champurria. Nos comparte su relación íntima con la palabra, nos cuenta lo que ha investigado respecto a su travesía. Entrelazando reflexión y emoción, nos dice: «Intento proponer que lo champurria, no es una frontera con muros ni con fiscalización migratoria, sino que es un intersticio, un espacio entre dos cuerpos, por donde podría haber más puentes que controles policiales» (p. 43).

De este modo, en Sutura de las aguas, Daniela pone en cuestión el binarismo que escinde la razón de la emoción y, por el contrario, entiende, siente y performa el nudo indivisible entre arte, política, afecto y pensamiento. Escribe: 

«la creación no está por fuera de la vida, ni de la colectividad, sino que se imbrican, se vinculan. Las estéticas champurrias estarían presentes en las producciones sensibles o producciones simbólicas de quienes se sitúan y autoperciben en el intersticio entre lo mapuche y lo Otrx, y tal conciencia intersticial contamina los artefactos creativos con el afán emancipatorio de la desobediencia» (p. 57).

Daniela nos invita en este viaje propio e íntimo, nos lo comparte y lo hace nuestro. Suave nos dice que resignificar lo champurria 

«es exhibir aquellas costuras, los filamentos en desorden, sin vergüenza de la impureza como autodenominación, para así desactivar la ofensa. Por tanto, esa torcedura aparece en quienes han tomado el insulto como herramienta para dislocar la idea de pureza, para elevar el puente entre ríos» (p. 52). 

Aquel puente, al que se refiere Daniela, deviene una voluntad de generar comunidad. Pues, como ella tan sabiamente plantea «aquello que a menudo creemos que es personal, no sólo es político, sino también colectivo» (p. 81).

A lo largo de Sutura de las aguas, se piensa críticamente no solo lo champurria, sino que se le da también una estética –entre tanta posibles–, donde se construye un espacio que da lugar a la experimentación textual, rítmica e imaginativa. Un territorio donde la autora reflexiona sobre su lugar champurria con la intención de «entender lo champurria no como una identidad, sino como un proceso transformador, un trayecto intersticial con potencial emancipador. Una apuesta imaginativa, una conciencia política» (p. 103). 

Sutura de las aguas, en su deriva investigativa, se mixtura, se ensucia, se cuestiona y, así, propaga posibilidades emancipadoras que dan cuenta de memorias y vivencias colectivas complejas. La autora busca desde el discurso y la forma «reivindicar una posición champurria, resignificar el insulto hasta torcerlo, planteando futuros disidentes, incluso lúdicos, que puedan oponerse a los estereotipos, huyendo de la cooptación homogeneizadora». Esta torcedura, alteración, subversión tiene un capital político insoslayable, pues al alterar las formas de decir y nombrar, cuestiona esencialismos, jerarquizaciones y valoraciones de cuerpos. En Sutura de las aguas vemos un profundo cuestionamiento a la forma en que nos pensamos, al discurso social hegemónico, a la supuesta homogeneidad del mestizaje y cómo estos elementos –entre otros– han aportado a la construcción de monumentos estáticos, respecto a lo que puede significar lo champurria.

Daniela lleva a la práctica misma lo que nos dice desde la teoría. Porque la teoría acá no está separada de la vida, de las relaciones, de los sentimientos y las experiencias íntimas y cotidianas.

Un doble movimiento, hacia adentro y hacia afuera, desde el cuerpo hacia Otrxs. Un doble, triple lugar y movimiento, como las olas de mi sueño, para que, en esa sutura, en esa costura, de esa mezcla, de ese entre, sintamos que somos parte y que no estamos solas. Daniela amplía el reparto de lo sensible, haciendo visible y performando en la práctica misma la ampliación del espacio común crea comunidad. Sutura de las aguas nos habla sobre e interviene en la distribución general de las maneras de hacer.

El fuerte compromiso político presente en la obra de Daniela deja de hacer la distinción entre lo social, lo político y lo artístico. Sutura de las aguas despliega un lenguaje «sucio», champurria, que no responde a la supuesta pureza del lenguaje literario, ensayístico, académico, castellano chileno, etc. Daniela propone una escritura champurria como gesto declarado de impureza y con ese gesto nos dice: tenemos voz, escribimos, escribimos nuestra propia historia, nuestra vida. Tenemos un lugar. Mediante la marca champurria, problematiza la mirada colonialista, purista, biologicista, cientificista y patriarcal, para, mediante su torcedura y resignificación, crear memoria y comunidad con todxs aquellxs que pueden identificarse con la impureza, las heridas, con ese intersticio entre las aguas.


Daniela Acosta (Santiago, 1982). Autora de las novelas Adentro la herida (Amical Editoras, 2022) y El otro tiempo(Libros la Calabaza del Diablo, 2016). También ha publicado el cuento Resbalín en -30. Nueva narrativa chilena (Ebooks Patagonia, 2011) y la plaquette de poesía La otra velocidad (La Calle Passy 061 Ediciones, 2010).

Daniela Catrileo (Santiago, 1987). Escritora, profesora de filosofía y magíster en Estéticas Americanas. Ha publicado los libros: Río heridoGuerra floridaEl territorio del viajeLas aguas dejaron de unirse a otras aguasTodas quisimos ser el solPiñenChilco» y más recientemente Sutura de las aguas. Recibió el premio de jóvenes talentos Mustakis, el Premio Municipal de Literatura de Santiago, mención y el Premio Mejores obras literarias. En su trabajo también ha experimentado en otros formatos artísticos como la performance, el video y la poesía sonora-visual. Es integrante del Colectivo Mapuche Rangiñtulewfü, forma parte del equipo editorial de Yene Revista y codirige junto a Ange Cayuman la Revista de Literatura Mapuche Traytrayko. Se dedica a la edición, docencia e investigación independiente.

Deja un comentario

Previous Post
Next Post