Lo que llamamos Haiku

Ōgai Mori

Trad. Vicente Lane

Creo que debo haber tenido quince o dieciséis años cuando leí por primera vez un poema de aquellos que llamamos haiku. Luego de que mi padre y yo nos trasladáramos a Tokio y nos asentáramos en Mukōjima, mi madre, junto a mi hermana y hermano menor, desocuparon nuestra casa en Tsuwano y llegaron a instalarse junto a nosotros. Trajeron consigo los libros que no habíamos logrado vender; entre ellos, algunos libros de poesía, como por ejemplo “Las Semillas del Corazón” de Moribe Tachibana, una edición popular de “Antología de Poemas Antiguos y Recientes”[1], y una antología de poesía Tang. También había una colección de haikai[2], aunque sólo quedaba la sección de otoño e invierno de una compilación dedicada a la escuela de Bashō. Recuerdo que le faltaba la cubierta y que la primera página contenía un haiku acerca del primer día de otoño. Comencé a leerlo por curiosidad. Afortunadamente, en ese entonces estudiaba alemán en una escuela llamada “Shinbungakusha”[3], y leía en mis tiempos libres. Dado que mi único amigo en Mukōjima era un joven entusiasta de los clásicos chinos llamado Magoichi Itō, yo también comencé a desarrollar un gusto por la poesía. De hecho, antes ya había hecho el intento de componer cuartetos[4] y había memorizado varios poemas Tang recitándolos. En cuanto a poesía japonesa, recuerdo uno para principiantes de “Las Semillas del Corazón” que versaba:

Tanto aquí como allá
las caras del Monte Fuji
muestran la misma apariencia

Aunque se decía que era deseable que fueran así de sobrios y directos, también se decía que no por ello se convertirían en un poema. Recuerdo que eso me pareció extraño y curioso.

Leí aquel libro destartalado de haiku que teníamos en casa, aunque en ese momento tan sólo me pareció interesante. Había algunos que creía entender y otros que no. Incluso ahora pienso que no me equivocaba del todo con los que creía entender. Daban la impresión tener una cualidad que me permitía asimilarlos rápidamente.

Brisa de otoño
encuerdo el arco
de madera bruta

Me gustó tanto este haiku de Kyorai que quise intentar componer alguno similar. Aunque algo lo intenté, jamás lo conseguí. Pareciera ser parte de mi naturaleza admirar todo lo que no soy capaz de hacer.

Mi padre era de la clase de persona que no leía nada que no fueran manuales médicos. Era muy raro encontrar libros de poesía o haiku en nuestro hogar, salvo aquellos que había heredado de mi abuelo. A él le gustaba mucho la poesía japonesa. Durante su primer viaje a Edo escribió:

La amabilidad del célebre Monte Fuji
de poder ver sus faldas
 por encima de las nubes

El conde Fukuba escribió el poema en una hoja de medio pliego y añadió uno propio:

Un tono elevado
en la base del monte
no desmerece tus palabras

Luego, estos poemas quedaron inscritos en un pergamino colgante. Pese a que al parecer mi abuelo era hábil en la escritura de chino clásico, no dejó ni un solo poema escrito en ese estilo. Mi madre solía decir que cuando era pequeña le contaba muchas historias sobre los haikai. Cuando mi abuelo vivía en Osaka como rōnin alguien le recomendó que participara de una competencia de haiku, pero inmediatamente renunció porque no soportaba al maestro a cargo y sentía que no debía competir con personas ignorantes. No puedo evitar sonreír al imaginarme la escena, muy propio de alguien orgulloso como él. Y el desencuentro con el maestro sucedió de la siguiente forma. Mi abuelo escribió:

Recolectando setas
en la mano
que recoge un peine caído

Y el maestro lo corrigió:

Recolectando setas
esto incluso en la mano
que busca una horquilla

Mi abuelo replicó que aquello sonaba a que crecían setas en su cabeza, y no aceptó la corrección. Parece que sus haikus no eran muy buenos. En cualquier caso, puede que mi memoria sea defectuosa.

(Volveré a escribir sobre esto en otra ocasión).


[1] Kokin Wakashū (古今和歌集?), es una Antología Imperial de poemas de estilo «Waka» de principios del Período Heian.

[2]俳諧, término colectivo para varios estilos poéticos, en el que se incluyen el Haiku, Haibun, Haiga, Senryū, etc.

[3]進文学社, literalmente “Sociedad para el Desarrollo de la Literatura”

[4]七言絶句: cuatro versos de siete caracteres chinos cada uno


Vicente Lane (Río Blanco, 1990). Traductor de profesión, ha realizado trabajos en conjunto a LOM Ediciones (Olaudah Equiano, autobiografía de un esclavo liberto) y Editorial Agnición (El Libro de Urizen, de William Blake). Hace cinco años comenzó con estudios intensivos de japonés, lengua desde la cual de a poco ha comenzado a traducir; por ejemplo, el cuento Nezumi, de Tatsuo Hori y Toda clase de sueños, de Riichi Yokomitsu.

Ōgai Mori (Tsuwano, 1862). Fue un destacado escritor, traductor y médico japonés, reconocido como una de las figuras literarias más influyentes de su época. Estudió medicina en Alemania, lo que influyó en su obra al introducir ideas occidentales en la literatura japonesa. Escribió novelas, ensayos y relatos cortos, fusionando elementos de la tradición japonesa con influencias europeas. Entre sus obras más conocidas están La Bailarina (舞姫, 1890) y Vita Sexualis (ヰタ・セクスアリス,1909). 

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