El affair de María Moreno: Una entrevista lesbiana (por escrito) 

Por Catalina Ríos Muñoz y Gabriela Alburquenque

A fines del 2024 nos visitó la escritora argentina María Moreno con motivo de recibir el Premio Iberoamericano de Narrativa Manuel Rojas (otorgado a ella en 2019), la reedición de su primera novela de 1992 en Chile (El affair Skeffington, gracias a Banda Propia Editoras en 2024), el lanzamiento del concurso Santiago en 100 Palabras y la Furia del Libro. Para ese momento, le enviamos una entrevista por escrito a través de sus editoras en la que quisimos romper el hielo con el título del documento: una entrevista lesbiana (por escrito) a María Moreno. Y de paso, le avisábamos de antemano nuestro lugar de interés como lectoras; le indicábamos nuestra posición en un campo literario, muy similar a la del personaje del libro a propósito del cual le escribíamos.

Por ese lugar, apenas fue publicado en septiembre del 2024, nos apresuramos en conseguir el libro y leerlo. Somos dos chicas que aman a otras chicas y El affair Skeffington, ese libro talismán de María Moreno, nos convocó rápidamente porque, como bien sabe ella y nosotras, se ha convertido en una especie de objeto precioso que ha sido resguardado como un tesoro por sus lectoras. 

También como lectoras e investigadoras de la literatura producida por mujeres que somos, y porque tenemos dos corazones que han experimentado el amor y el dolor hacia las mujeres, nos tomó solo dos días montar la entrevista. Y lo hacemos en un departamento del gay town de Santiago, tejido con los hilos del amor, la política de la amistad y un lesbianismo que nos reúne como experiencia compartida. Y lo hacemos cobijadas por libros de  Sor Juana Inés de la Cruz, Monique Wittig, Adrienne Rich, Érika Montecinos, Djuna Barnes, Nadia Prado, Gabriela Contreras y Malú Urriola. 

Quizás por eso no tenemos vergüenza alguna y le envíamos a María Moreno, a través de sus editoras, cuatro preguntas larguísimas, con todas nuestras lecturas críticas, afectivas y políticas entrecruzadas, pensando quizás que para ella no sería demasiado, total, algún código común de lecturas hay. Nos decimos que tiene que ser así porque nadie le va a hacer una entrevista donde se diga la palabra lesbiana o se hable de amar a mujeres por simple curiosidad e interés del amor de mujeres hacia otras mujeres. 

Le preguntábamos por la publicación de El affair Skeffington en un escenario político donde los mandatos proliferan y la institucionalidad ha sido cuestionada. También queríamos saber si el libro, desde su origen crítico e irónico frente a la invisibilización de mujeres y sujetos ilegítimos de la institucionalidad literaria, fue concebido desde un hartazgo consciente hacia estas omisiones o si dicho tono emergió de forma natural por su posición como autora. Queríamos indagar sobre su afirmación de que el texto tiene un origen químico, vinculado al uso de un derivado del opio, y si este proceso creativo, similar al de figuras como Teresa Wilms Montt, podría ser el común denominador de una poética de lucha contra el patriarcado. También, y cómo no, le preguntábamos si consideraba posible hablar de una poética lésbica universal o de una especificidad necesaria para las poetas lesbianas que, como Dolly Skeffington, buscan dialogar con las “contiendas masculinas” de la poesía.

Y es así como María Moreno, en dos grandes párrafos, nos responde. Toma todas nuestras preguntas y ensaya una respuesta. Quizás, conteniendo nuestra duda informe en su precisa emoción. Generosa, lo comentamos, nos pone en nuestro lugar –que aparece mucho, que aparece muchísimo al preguntarle cosas– como solo ella sabe hacerlo: poniéndonos en el suyo. 

MARÍA MORENO: El libro tuvo ya un marco democrático y un insipiente marco feminista heterogéneo que se nucleaba en tormo a un espacio que se llamaba Lugar de Mujer y que tardó muchos años en acercarse al tema de los derechos humanos y a la política en general, pero cuando apareció Cuadernos de existencia lesbiana los pusieron en tapa con grandes letras como si fuera la revista Gente. Nadie mencionó el tema y ni siquiera fue el libro secreto de las chicas. Otros escritores pensaron que eran todos personajes inventados a la manera de Borges. Cuando Djuna Barnes publicó El bosque de la noche, Eliot le hizo un prólogo sin ninguna alusión al tema. Las mismas directoras de Lugar de Mujer hablaban de los maridos aunque estaban “casadas” entre ellas. Había lesbianas conocidas, pero no que hubieran hecho el coming out. El salto fue cuando Ilse Fuskova apareció en televisión “confesándose” en el programa de Mirtha Legrand. Creo que otro momento importante fue cuando el 8 de marzo de 1984 aparecieron en la plaza del congreso unas chicas muy jóvenes vestidas con cintas violetas que decían “apasionadamente lesbianas”. Pero mi libro fue criticado como una experiencia de vanguardia. Además yo era pensada como “careta”. Hacía un suplemento de la mujer muy progre, y cuyas claves teóricas era el feminismo de la diferencia. Lacaneano encima, y todavía con recetas de cocina y moda, aunque totalmente disparatados. Entonces tenía mi primer pareja mujer pero los muchachos que eran mis amigos, conocidos intelectuales, lo tomaban como uno de mis esnobismos.

Con el gobierno de Milei hay como un permiso tácito para la violencia contra la comunidad lgttbq. Hace poco quemaron a cuatro lesbianas en situación de calle y casi nadie en la prensa se ocupó del caso. Fuimos las feministas. Pero cuando una pareja de lesbianas agredió al hijo de una hasta matarlo lo hicieron sonar insistente como aleccionador. Con la irrupción de muchos antiderechos que luego ocuparon el gobierno de Milei. 

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Situado en el París-Lesbos de los años veinte, en el que convivieron figuras intelectuales míticas como Djuna Barnes, Gertrude Stein, Hilda Doolitle, Anaïs Nin, entre otras, El affair Skeffington nos propone la recuperación de un caso: el de Dolly Skeffington. Poeta estadounidense «hallada» por la escritora del texto, que como ella –la personaje-autora y la autora-personaje–, será inventada o, mejor dicho, partirá de lo literario, como decía Moreno en una entrevista con Valeria Tentoni para el blog de Eterna Cadencia en diciembre del 2024.  

Cuando se publicó, lo cuenta ella misma en el posfacio: “Algunos imaginaron que todos los nombres eran apócrifos, otros que Dolly Skeffington había existido y criticaban que la edición no incluyera el nombre del traductor de sus poemas” (pp. 218). Pero se trata de un libro que salta del diario al libro, del poema a la novela, de la historia a la ficción, y no solo eso, también incluye la recuperación de la historia de una mujer, lo que le habla directamente a lo real. Casi metodológicamente, por cómo está elaborado, le habla a la invisibilización de las mujeres en la historia.

La inclinación a la invención, el gusto por los heterónimos (excesivo en otros casos, como el de Pessoa, que llegó, se dice, a crear más de setenta), revela una relación con la creación y la imaginación del acto creativo, propia de María Moreno. El affair Skeffington es un buen libro para pensar en ello porque este, hay que señalarlo, es el primer libro en que la autora firmará también, en su primera edición, como María Cristina Forero. Su nombre “real” conviviendo en la portada de la primera edición con su nombre «ficticio»/»escogido» como heterónimo, además de convivir, por supuesto, con el nombre del personaje con el que autorizó, gracias a la escritura de la novela, la publicación de textos producidos por ella, pero firmados por una que es y no es ella; que solo porque es y no es ella, podrían haber salido al mundo, porque lo que el heterónimo “le permite” a Moreno es la libertad de poner la palabra en lugares donde antes no la había puesto. 

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MARÍA MORENO: Yo quería hacer un libro talismán, un secreto entre chicas como El almanaque de las damas El libro blanco de Cocteau. Un paralibro, para unes poques. No creo que haya un lenguaje específico en los poemas lésbicos pero sí legados como el de Alejandra, pero siempre vuelve la pulsión hetero, por ejemplo la de Anne Carson o Sharon Olds. ¡Ha vuelto el marido a los poemas! No creo que haya una especificidad en la escritura de mujeres como se intentó pensar en los setentas a través de Marta Traba y en cierto modo, Julia Kristeva. No hay semejanza de legados entre la pionera Gloria Fuertes o una Mirta Rosenberg. Rompamos la gateras de la identidad y robemos ADN de Borges para hacerle una hija rapera llamada Roberta Alfonsina (por Roberto Arlt). Desertemos del contrato social sobre todo, ayudemos a los desertores de la guerras y genocidios. No me gusta Renée Vivien, una suicida profesional. Muchos nombres de mujeres sobresalientes accedieron al universo patriarcal como muertas o como locas. Ya no estamos en el siglo trágico sino de algo peor. Pero podemos inventar el siglo de las sobrevivientes, una sociedad del nuevo placer, con drogas, alcohol, tecnología, interespecie y “cocinas protesta” y huertas colectivas.

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