The Great Fires: Poemas 1982 – 1992 [Selección]

Jack Gilbert
Traducción de Francisco Cartes

La siguiente es una selección de seis poemas del autor estadounidense Jack Gilbert (1925-2012). Los textos fueron extraídos de su libro “THE GREAT FIRES: Poems 1982 – 1992” una colección de poemas publicada el año 1994. 

Las fotografías que acompañan los poemas son de Javier Díaz.

EL DIALECTO OLVIDADO DEL CORAZÓN

Qué sorprendente es que el lenguaje casi pueda significar, 

y qué aterrador que no lo haga del todo. Amor, decimos, 

Dios, decimos, Roma y Michiko, escribimos, y las palabras 

se equivocan. Decimos pan y significa algo diferente según 

qué país. El francés no tiene una palabra para hogar, 

y nosotros no tenemos palabra para el placer estricto. Un pueblo 

del norte de la India está desapareciendo porque su antigua 

lengua no tiene palabras para demostrar cariño. Sueño con 

vocabularios perdidos capaces de expresar algo de lo que 

ya no podemos. Quizás los textos etruscos explicarían 

finalmente por qué las parejas están sonriendo 

en sus tumbas. O quizás no. Cuando se tradujeron 

las miles de misteriosas tablillas sumerias, 

parecían registros comerciales. Pero ¿y si son 

poemas o salmos? Mi alegría es la misma que la de doce 

cabras etíopes silenciosas bajo la luz de la mañana. 

Oh Señor, tú eres losas de sal y lingotes de cobre, 

grande como la ágil cebada madura bajo el viento.

Sus pechos son seis bueyes blancos cargados con rollos 

de algodón egipcio de fibras largas. Mi amor son cien 

cántaros de miel. Cargas de thuya es lo que 

mi cuerpo quiere decirle a tu cuerpo. Las jirafas son este 

deseo en la oscuridad. Quizás la escritura minoica en espiral 

no sea un idioma sino un mapa. Lo que sentimos 

no se llama sino ámbar, arqueros, canela, caballos y pájaros.

ENCONTRANDO ALGO

Digo que la luna son caballos en la templada oscuridad, 

porque el caballo es lo más cerca que puedo estar de ella.

Me siento en la terraza de esta desgastada villa que el telégrafo 

del rey construyó en la montaña que mira hacia 

un mar azul y a un pequeño ferry blanco 

que cruza lentamente hacia la siguiente isla cada mediodía.

Michiko está muriendo en la casa detrás de mí, 

sus amplias ventanas están abiertas para que yo pueda escuchar 

el leve sonido que hará cuando quiera 

comer un poco de sandía o que la acompañe 

a una cubeta en la esquina de la habitación de techo alto 

que es lo más cercano que tenemos a una bacinica.

Ella se apoyará en mi pierna mientras se sienta 

para no caerse de lo débil que está.

Qué extraño y hermoso estar tan cerca de ello.

Los arcos de sus pies son como voces 

de niños gritando entre limoneros, 

donde mi corazón está tan desamparado como un pájaro herido.

MATRIMONIO

Volví del funeral y me arrastré

por el departamento, sollozando,

buscando cabellos de mi esposa.

Durante dos meses los saqué del desagüe,

de la aspiradora, de abajo del refrigerador,

de la ropa de su clóset.

Pero después de que otras personas vinieron,

no había manera de estar seguro de cuáles eran

los de ella y me detuve. Un año después,

Al trasplantar el palto de Michiko, encuentro

un largo pelo negro enredado en la tierra.

UNA ODA TERCA

Todo eso. La mujer cuerda bajo la cama con la rata 

que lame la mantequilla de maní que ella deposita en 

sus dientes frontales. Los mendigos de Calcuta cegando 

a sus hijos mientras en algún lugar la gente es millonaria 

y come con amigos famosos y tiene agua potable

en sus elegantes casas. Michiko está enterrada en Kamakura. 

Los cansados ​​agricultores trillan la cebada todo el día bajo los pies 

de los burros, en medio del poder despiadado del sol.

Las mujeres hermosas envejecen, nuestros corazones se moderan.

Todos nosotros decaemos, sabiendo que las cosas podrían haber sido diferentes.

Cuando Gordon salió del manicomio, no podía

encontrar a Hayden para despedirse. Al pasar 

por el pasillo ocho, vio su rostro en la ventana de un sótano, 

con lágrimas corriendo por las mejillas. Y digo, sin embargo.

SOLO

Nunca pensé que Michiko regresaría 

después de su muerte. Pero si lo hacía, imaginé 

que sería como una dama con un largo vestido blanco.

Es extraño que haya regresado 

como el dálmata de alguien. Me encuentro

a un hombre paseándola con una correa 

casi todas las semanas. Me dice buenos días 

y me agacho para calmarla. Una vez 

dijo que ella nunca era así con 

otras personas. A veces ella está amarrada

en su antejardín cuando paso. Si no hay 

nadie cerca, me siento en el pasto. Cuando finalmente 

se calma, pone su cabeza en mi regazo 

y nos miramos a los ojos mientras le susurro 

en sus suaves oídos. A ella no le importa

el misterio. A ella le gusta cuando 

le toco la cabeza y le cuento pequeñas 

cosas sobre mis días y nuestros amigos.

Eso la hace feliz como siempre lo hizo.

MICHIKO NOGAMI (1946-1982)

¿Está más presente porque se fue 

para siempre? ¿Su blancura es aún más blanca 

porque era color miel?

Una chimenea hace más visible el cielo.

Una mujer muerta llena el mundo entero. Michiko 

dijo: «Las rosas que me diste me mantuvieron despierta 

con el sonido de sus pétalos cayendo».


Francisco Antonio Cartes (San Bernardo, 1998). Estudió Licenciatura en lengua y literatura hispánica en la Universidad de Chile. Becario de la Fundación Pablo Neruda durante el año 2019. Traduce.

Jack Gilbert (Pittsburgh, 1925).  Publicó entre otros libros Monolithos (Knopf, 1982); y The Great Fires (Knopf, 1992). Recibió numerosos premios por su labor poética. 

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