Quiero partir diciendo que todes tenemos el derecho de contar. Que tal vez, con el paso del tiempo, con el auge de la tecnología, con el bombardeo de información que nos llega día a día a través de las redes sociales, de los mensajes de amigos, familiares y desconocidos que nos exigen nuestra atención, nos hemos olvidado sobre la importancia de contar historias, de contar nuestras historias. 

Cada une de nosotres carga con su propia historia y decide cómo contársela y cómo contarla al mundo. 

Este texto fue escrito en pandemia. Encerrado en mi departamento junto a mi pareja de ese momento, teniendo sesiones online con la psicóloga, pensando que estábamos viviendo el fin del mundo y entonces, me preguntaba qué sentido tiene escribir. Hoy, ahora, me pasa un poco lo mismo. El mismo día que se anuncia el lanzamiento de este libro, el ejército israelí bombardeó los campos de refugiados de Rafah, asesinando principalmente a niños y mujeres, a guaguas y yo me pregunto: ¿qué sentido tiene todo esto? Pero vuelvo al inicio y a la importancia de contarnos. Eso no quiere decir que no nos dejemos afectar por lo que sucede en el afuera, por el genocidio y las injusticias, pero también que no nos perdamos nosotres en las ráfagas de información y sufrimiento, que al menos nos encontremos en la palabra escrita. 

El libro recoge otras textualidades para poder aparecer, porque como algunes sabrán, soy un lector antes que un mediador, un conductor o un escritor. Así que muchos libros me ayudaron a animarme a esta escritura y a pensar mi escritura. Uno de los libros que me sorprendió mucho y que no aparece en el texto, fue Cartas a un joven poeta de Rilke, que leí más o menos en esa misma época, 2019, 2020 y me encontré con esto: “Investigue las causas que le impelen a escribir; descubra si extienden sus raíces hasta lo más recóndito de su corazón. Plantéese si, en el caso de que se le negase la posibilidad de escribir, ello acarrearía su muerte. Sobre todo eso, pregúntese en la hora más silenciosa de su noche: ¿tengo la necesidad de escribir? (…) Si se ve capaz de contestar a esta grave cuestión con un simple y rotundo «sí, debo», construya entonces toda su vida en torno a dicha necesidad. Su vida debe convertirse, hasta en sus aspectos más indiferentes y nimios, en signo y testimonio de esa pasión”. 

Una vez le escuché decir a Zambra que uno no escribe por publicar. Uno escribe porque, al igual que Rilke, lo necesita, y muchas de esas cosas que se escriben quizás nunca vean la luz y está bien, no todo lo que se escribe es publicable. Pero en ese ejercicio de contarnos, de escribirnos, hay un gesto: de seleccionar, diseccionar, masticar y elaborar que puede que nos permita una comprensión más acabada sobre ciertos acontecimientos, sean traumáticos o no. «A veces escribir una sola oración puede bastar para salvar el corazón», escribe Clarice Lispector en Un soplo de vida.

Pienso en la falta de memoria de la protagonista y en el ejercicio de escribir para buscar esa memoria. Escribimos para no olvidar, para recordarnos que tenemos un cuerpo, que ese cuerpo nos permite la escritura y que esa escritura nos permite la memoria.