PALABRAS INICIALES
Cristóbal Santa Cruz
Sentimos mucho como familia Santa Cruz Lindquist no poder estar presentes en esta cita a la que convoca La Inquieta Librería y Bisturí 10 en torno a la obra de nuestra hermana Guadalupe. Desde su partida hace nueve años, dos hermanos suyos y nuestros, Diego y Carmen, nos han dejado y los demás, Francisca, Fernanda y yo, nos encontramos fuera del país o imposibilitados de asistir.
Puesto que este encuentro, además de constituir una oportunidad para revisitar la escritura de Guadalupe Santa Cruz, es una instancia para recordarla desde los afectos, quisiera poner en primer lugar en esta breve nota la palabra amor para evocar a esa mujer tierna, loca, generosa, apasionada y valiente que fue Guadalupe durante su breve y larga vida marcada por trances oscuros y difíciles, pero también coronada por una luz permanente y una suerte desmedida.
Asimismo, ya que hemos venido también a celebrar la reedición de dos obras esenciales, Salir y Ojo líquido, de esta escritora de culto, se me vienen a la mente conversaciones con Guadalupe y su recurrente reflexión, no exenta de tribulaciones, sobre el lugar de la escritura, más precisamente cómo hablar sobre los márgenes, que era lo suyo, desde los márgenes, pero a la vez, ser escuchada –ojalá por muchas y muchos–. O, dicho en palabras más prosaicas, cómo traspasar los implacables muros de la industria editorial sin hacer concesiones para alcanzar públicos más masivos.
En una carta del 2011 dirigida a la escritora y psicoanalista Julia Kristeva, Guadalupe lo expresa así: «El mercado del libro, al menos en Chile, ha aislado mi obra con el argumento de que “escribo de manera difícil”, y que mi trabajo literario no está dirigido a un “público general”, lo que me indigna. En mi país, el público general no es cercano a las casas editoriales porque no posee un gran poder adquisitivo, pero cuenta con una potente experiencia de vida en lugar de una ‘formación’ sobre lo que debería esperar de la literatura, lo que en el Chile escuálido de hoy se reduce a historias bien narradas cuyo sentido está fijado una vez por todas. En todas las oportunidades que he tenido de encontrarme con ese público general he recibido ecos inauditos, brutales y complejos».
En los últimos años, los medios digitales y sus redes han modificado en parte las reglas del juego, facilitando tanto la producción como la circulación de materiales heterogéneos. A esto se suman las «otras redes», sin intermediarios, en las que Guadalupe se movía con convicción y maestría, hilvanando complicidades literarias, una actividad rizomática que hacía proliferar libre y gozosamente su escritura.
En definitiva, la obra de Guadalupe se ha ido abriendo paso y conectando con sus lectoras y lectores de una forma coherente con lo que la animaba: paciente y sigilosa, sin pies forzados ni artificios publicitarios, avanzando como un susurro entre raíces o vibrando por las superficies.
A casi una década de su partida, su presencia se ha tornado profunda y liviana, diríase que su cuerpo se ha vuelto pura voz. Gracias a todas y todos los que resuenan con ella para que Guadalupe siga respirando y escribiendo entre nosotros.
