Tres Historias de Roberto Ibáñez Ricóuz: El verano de Abril en lo propio

Roberto Ibáñez Ricóuz

I’m sketching on flesh my perceptions of death

Rest, bless, sex, hep, stress test

Milo, ​failing the stress test (iguessillbeheadingthen)

Estuve leyendo este debut poético a la luz de unos discos de Hip Hop Abstracto: esa mezcla de la melancolía citadina fuera de la jerga misma de la calle, optando por un camino interior en el entendimiento del ser en las ideas, en lo intangible. Tres Historias es un camino samurái en este sentido; son tres partes donde se puede visualizar a la construcción de la voz en las Cosas, la Familia, y el Amor, ataviando la propia incomodidad con lo reconocible en su propia lejanía. Roberto es un poeta que ha viajado en el mundo, y hace de aquello sus propios cuadros expresionistas como conjuros de momentos que volverán cuando se les necesita; de ahí mi cita del rapero estadounidense Milo, reflejando específicamente los temas más altos del libro desde la filosofía más que nada; y el desplazamiento, entonces, desde la música gringa a la poesía chilena, demuestra el carácter de perturbación en lo que se exige, en el conocimiento propiamente dicho por la mente en las estructuras y políticas actuales.

El lenguaje de Ibáñez es pertinentemente personal: su trabajo del yo se plantea pasional y desabrido, gastado, buscando así la renovación de sí mismo. De ahí el título: una conglomeración de tres relatos identificando un color sangría en los matices de las experiencias. Importante es la imagen del primer poema, que trata de explicarse la prórroga del verano hasta Abril como una significación absurda, que desamolda todo, e inicia patrones a la espera de ser estructurados. La portada es una pintura de dos osos que miran fijamente al espectador, con lo que pareciera ser un cadáver desfigurado al punto de mimetizarse con un la corteza de un árbol que apenas se asoma, siendo sus raíces expuestas en la carne que ya no es carne. La identidad es una fuga en sus versos; encontrándose plenamente después, en el padre y en la madre, y en el amor que se puede dar entre un hombre y una mujer.

También hay un juego biográfico y social: insistente es la imagen de la bomba, del metro, del ruido de los insectos que allanan una casa (potente apología de la actualidad política del país), haciendo una simbiosis con la cotidianidad citadina que siempre se muestra en silentes crisis. Algunos poemas se muestran como cartas, fechadas o dedicadas, en un ánimo confesional tan críptico que solo queda como tarea rastrear las marcas únicas de una única vida a través del prisma sucio que somos los lectores.

Es por esto que la presente reseña no busca ser una degradación más de sus formas, sino esa ventana rota que da el padre al hijo para que él reconstruya los límites de su horizonte. A continuación, dejaré el espacio al propio autor para que aclare él mismo ciertas dudas y topologías respecto a su creación.

Antes que nada, Roberto, quisiera decir que tu poemario es de un realismo transaccional; quiero decir, que al leerlo, se puede imaginar y dar forma a tus incomodidades como individuo a través de lo que recuerdas y anhelas: ¿Cómo es el reto de tu poesía al enfrentarse contigo? ¿Cuál es la manera en que te desenfunda y te muestra una visión tan particular de la vida?

R: Supongo que hay una sensación de particularidad en el libro porque, paradójicamente, no se trata de una escritura única en el sentido temporal ni espacial. De ahí el título y la estructura: Tres Historias. Es un libro que me tomó mucho tiempo escribirlo y lo trabajé en lugares muy distintos (distintas casas, distintas ciudades); hay poemas que escribí hace, no sé, 7 u 8 años. Es imposible que el lenguaje de entonces sea el mismo que me ocupa ahora. Si hubiese un reto en mi poesía sería trabajar en una línea de tiempo y espacio que traviesa distintos momentos y traer todo aquello a la página.  

Hay un poema que se presenta como una reescritura de un antiguo poema dedicado a tu padre, y precisamente ese eslabón sigue con varios poemas dedicados a tu madre, desarrollándose una suerte de elegía: ¿Qué es lo que separaría en tu interior esas formas tan distintas de entender a las sombras de quienes te criaron? ¿Por qué al padre lo demuestras como una revisión, y a tu madre, como una reiteración?

R: Esa reescritura es de un poema que, como te decía, escribí hace 8 años. Siendo honesto, nunca entendí bien qué quise decir con ese poema. Seguro alguna imagen muy general y común sobre la escritura, el padre, la mancha, etcétera. Entonces lo corregí como un forma de pensar los cambios en la lengua propia. Martín Torres, quien generosamente escribió un posfacio al libro, me insistió en que incluyera el poema original. Me pareció sensato y acorde a lo que pretendía con la corrección, así que lo hice. Ahora, respecto a las diferencias entre la mamá y el papá, pues la respuesta más concreta y fácil es de carácter biográfico. Pero no creo que mi biografía sea de interés general. 

Me encanta esa imagen que haces de ver el reloj en la muñeca como una posible coincidencia deseada entre los amantes, al mirarlo desde el desconocimiento, revelándote aquello nada más que una piel que se oculta ¿Cuál es el rol del tiempo cuando no se tiene al amor de frente al ser lo único que se necesita? ¿Qué significa para ti la piel?

R: La poesía que más me gusta y que intento escribir es muy concreta. No en el sentido vanguardista, tipo Haroldo y Augusto de Campos, sino en el sentido más simple de la palabra. Si digo mesa, que sea una mesa. Me da lo mismo que en tu imaginación lectora la mesa sea más o menos oscura que la que yo estoy pensando, pero me interesa que veas la mesa. Cuando los versos andan por derroteros poco materiales, me cuesta entrar en los poemas. Lo que quiero decir es que la piel es la piel y lo que arrastra: contacto, cuidado, tiempo. Muchas veces se cubre la piel con objetos o ungüentos para hacerla más visible, más tersa, más llamativa. Se cubre lo que nos cubre. 

Me ha tocado más de una vez estar en distintos husos horarios con mis seres queridos y me fascina la alegría que sucede cuando finalmente uno coincide en un mismo tiempo. no siempre significa que se comparta un mismo espacio, pero es una forma más de compartir. 

Otro elemento que me llama es una referencia que haces a la última canción del primer álbum de Interpol. Gran banda, yo la escuche mucho de pequeño y es increíble cómo trabaja desde la lírica una contemplación y oscuridad. ¿Por qué haces de Leif Erikson, a la vez, un tótem del colonialismo y una manera de entender al amor? Lo pregunto porque el motivo de salir, de ir a dónde todos han de ir, es permanente en tu poemario.

R: Paul Banks estudió literatura. Se nota esa sensibilidad en sus letras. La idea del amor como conquista ya nos sugiere algo. Sin embargo, me gusta esa canción porque habla de la torpeza; no quiero extenderme en el tema, pero Leif Erikson no fue precisamente un conquistador.  Hay imágenes bellísimas en esa canción que hablan sobre los tanteos y la delicadeza necesaria en el proceso amoroso. Por eso pienso que escoge la figura de Leif Erikson, una historia extraña, no muy completa, una historia torpe. Se supone que este vikingo fundó o descubrió un sitio llamado Vinland y nadie se ha puesto de acuerdo realmente sobre dónde está. Es buena forma de pensar el amor, como algo sobre lo que nadie se pone de acuerdo. 

Ya para finalizar, y para no hacer tanto spoiler de tu obra, ¿Cuál es el objetivo de esta voz que busca hacer un collage con el mundo como si este fuera un hogar que se escapa constantemente? ¿Cómo actúa la poesía en tal caso? ¿Ella desmorona inconscientemente los cimientos? ¿O en realidad el sentido de la casa, de la comodidad, no es algo ya material, si no puro lenguaje esperando a acabarnos?

R: El lugar común dicta que el hogar es protección. Volver al hogar, el calor de un hogar, entre otros motivos, artísticos y publicitarios. Es un tema que me interesa mucho. Piensa, por ejemplo, en un Techo para Chile como la campaña máxima de solidaridad y amor cristiano por el otro, o en la fascinación con las casas de Neruda como extensión de su genio poético, por ponerte dos ejemplos que injustamente pongo uno al lado del otro. Pero no es un gran descubrimiento decir que el hogar muchas veces es motivo de ansiedades y miedos, desde lo material hasta lo emocional. La poesía puede cumplir una función al respecto: trabajar sobre esas grietas del hogar propio. Darle un aire nuevo. No mejorar o arreglar. Como cuando uno arregla algún desperfecto y el arreglo termina siendo más notorio que el desperfecto mismo. La poesía no me parece muy interesante cuando es sanadora, sino cuando mete el dedo en la llaga. 

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