Libros silentes:
Catalina Estrella
la imaginación y la creatividad en la narración visual
Hay una densidad de temas vitales y un desconocimiento de los lugares comunes del lenguaje que hace que la poesía surja con más facilidad en la conversación de un niño que en los intentos de escritura de un adulto.
Laura Wittner, Sobre ser niño y que te lean y sobre leerle a un niño en Una falta de respeto. Escritos sobre la literatura y la infancia.
El 2 de abril recién pasado se celebró el Día Internacional del Libro Infantil y Juvenil, una instancia que viene a inaugurar los festejos del mes del libro. En estos días vemos cómo algunas librerías llenan las vitrinas de colores y formas llamativos, los libros ilustrados protagonizan sus exhibiciones y aparecen algunas recomendaciones para el fomento lector. Sin embargo, parece ser que la experiencia de lectura de les niñes ha quedado fuera de las grandes discusiones teóricas de la industria del libro, o al menos eso demuestra la falta de una crítica literaria que considere el proceso de vinculación temprana con el libro, y no solo la evaluación de resultados, para construir el tan anhelado hábito lector.
A diario, mediadores, talleristas, docentes y profesionales afines, trabajamos en torno al fomento del libro y la lectura con las diversas herramientas que hemos ido probando y desarrollando en el despliegue de nuestros oficios. En el caso de la literatura infantil, es necesario además animar a la curiosidad, la exploración y el descubrimiento del goce para que les niñes desarrollen el gusto lector, haciendo sus propias elecciones y evaluaciones que transformarán el hábito en la consecuencia natural de una relación amena con la lectura.
Narrar la imagen
El catálogo infantil de una librería se nutre principalmente de textos ilustrados, entre ellos destaca el libro álbum* que poco a poco ha ido llenando gran parte de los espacios dedicados a las infancias. Bajo esa categoría, el libro silente o libro mudo ofrece un enorme potencial en cuanto a la experiencia de lectura, no solo en primeras infancias, sino también en los albores del desarrollo de la lectoescritura, cuando la imaginación es primordial tanto en el juego como en el aprendizaje. En general, sus temáticas giran en torno a conceptos complejos, como la vida y la muerte, la migración y los sentimientos.
Al prescindir del texto (en algunos casos es posible que mantengan un número acotado de palabras para contextualizar), los libros silentes narran historias a través de imágenes, desarrollando distintos niveles de significación en una compleja red de metáforas y recursos visuales. Allí, donde nada está dicho, donde no hay un discurso establecido, un texto que dé soporte a la historia, hay un espacio para el potencial transformador que supone abarcar la inmensidad del mundo narrando en lo observado.
Resulta importante destacar que este tipo de libros, al igual que todo libro ilustrado, no es de uso exclusivo del público infantil. Lo que sucede es que la experiencia de lectura es diferente para adultes, pues en ese acercamiento converge la imaginación, nuestra visión de mundo y el valor del placer estético.
Sobre la imaginación
Teniendo siempre en consideración que todas las experiencias son únicas y diversas, a partir de los 4 años, es posible apreciar cómo la creatividad se manifiesta a través de la narración de historias producto del desarrollo natural de la imaginación. Más allá de los libros, les niñes inventan a diario diversas situaciones en forma de juegos y canciones.
Entre los 5 y 7 años, están en una etapa temprana de alfabetización y suele suceder que sus madres, padres o cuidadores, ansiosos por reforzar la adquisición de estos conocimientos, buscan libros para que empiecen a leer o libros que tengan un poquito más de letra, o los siempre cotizados libros que le enseñen algo. Así, reticentes al predominio de la imagen, les adultes trasladan el libro al ámbito de los deberes y lo alejan rápidamente de la socialización mediante el juego. Esta breve etapa de la infancia, muchas veces pierde la posibilidad de ser estimulada en este aspecto, a raíz del poco valor que se le otorga a un libro que carece de texto. Sin embargo, “los álbumes ilustrados conforman la literatura principal en la infancia temprana. Algunos de los ejemplos más complejos requieren una lectura muy interactiva” (Arizpe y Styles, 2003).
En una cruzada por mediar libros silentes, le pedí a Emi (7), Anto (9) y Lio (7) que me contaran la historia contenida en las páginas de Mi sueño, de Santi Szulman y Lucía Mancilla Prieto, editado por Ralenti.
El único texto contenido en el libro ofrece contexto a la historia y se encuentra en la contratapa:
Cada noche tengo un sueño
que se repite y me desvela.
No lo entiendo y por eso, cada mañana,
intento dibujarlo ¡Pero siempre algo me
interrumpe y se me escapa!
Si logro dibujarlo, quizás finalmente
lo atrape y entienda mi sueño.
El resultado es bellísimo y sirve de ejemplo para entender cómo un mismo libro, una misma imagen, puede ser leída, interpretada y narrada de diversas formas, dependiendo de la creatividad del lector, su capacidad para asociar ideas y conceptos a partir de la decodificación de la narración visual, al construir un discurso que no se sustenta en palabras, sino en interpretaciones y reflexiones complejas.
Otros silentes recomendados:





Mi cama, Santi Szulman y Lucía Mancilla Prieto, parte de la misma colección de Ralenti que Mi sueño
Emigrantes, de Shaun Tan, editado por Barbara Fiore.
En aquel faro, Luisa Rivera, editado por Liberalia.
Para Esteban, Rown Lee, editado por Muñeca de trapo.
Notas:
* El libro álbum es un libro ilustrado se caracteriza por la escasez de palabras y la estrecha relación que se establece entre texto e imagen, el desarrollo de la historia depende de la interacción de estos dos elementos.


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