Un paseo neobarroco por la complejidad de la existencia
Flores para alimañas de Javier Bello

Zenaida Suárez

Flores para alimañas (Editorial Aparte, 2023) es un tejido poético multifacético que explora la complejidad de la existencia humana y la creatividad. A través de la fusión de imágenes simbólicas, metáforas puras, evocaciones, citas, dedicatorias y un sinfín de artificios poéticos magistrales, Javier Bello nos sumerge en un mundo donde la naturaleza, los sueños y la lucha contra la adversidad se entrelazan. 

El título de la obra presenta la dualidad entre la fragilidad representada por las flores y la ferocidad sugerida por el término «alimañas». Esta dualidad pertenece a una tradición ya instaurada por Baudelaire cuando, en 1857, publica Las flores del mal y que, dentro de la literatura chilena, podemos también relacionar con Venus en el pudridero (1967) de Eduardo Anguita. En estos títulos, elementos oximorónicos conforman una nueva declaración de intenciones: la belleza engullida por la decadencia.

La obra aborda temas como el paso del tiempo, la memoria y la relación entre lo ínfimo y lo colosal. El hablante, como hijo de la gorgona, se encuentra inmerso en un universo titubeante y vigilado en el que se enfrenta a la tarea de escribir poesía en medio de la adversidad. La lluvia, recurrente a lo largo de sus páginas, se convierte en un símbolo de crecimiento y persistencia, resonando, incluso, más allá de la muerte.

La estructura del libro, dividido en cuatro secciones de diversa índole, aglutina escenas oníricas, elementos mitológicos y reflexiones sobre la creación artística. Imágenes como la «retórica que sale del esfínter para mascar cangrejos», de claro corte surrealista, contribuyen a la riqueza de la experiencia poética. De este modo, la obra se erige como un mosaico de elementos interconectados que exploran aspectos de la vida, como el paso del tiempo, la memoria y la creatividad, que trascienden los límites convencionales de la poesía.

Dedicado «A la memoria de Pedro Montealegre», Flores para alimañas se sitúa, ya desde esta dedicatoria inicial, en un tiempo concreto de la literatura chilena; es decir, el tiempo vital del autor (sus círculos cercanos, el contexto histórico en que se desarrolla su experiencia de vida o las ausencias que lo marcan). No obstante, a esta dedicatoria del volumen se suman otras muchas dedicatorias y epígrafes interiores que dan cuenta de la conexión de Bello con un nutrido número de voces literarias y críticas nacionales, como Damsi Figueroa, Floridor Pérez, Soledad Fariña o Kemy Oyarzún; así como una enorme nómina de voces universales, mitos, leyendas y símbolos que enriquecen y barroquizan inusitadamente el texto.

Llama la atención, de modo sobresaliente, la reflexión que hace en la contratapa Diana Bellesi, quien, de manera absolutamente asertiva, relaciona la implicación en lo universal con la vuelta al origen de su autor: «deja ver, por debajo de las veladuras de una tradición simbólica y literaria, bosques y pueblos del sur de su Chile natal». Esta recurrencia, casi colérica, a símbolos de la tradición universal devela un sustancial manejo de Bello de los grandes hitos (históricos, sociales, culturales y, sobre todo, mítico-literarios) que configuran el summum que llamamos «canon universal» y que, sin duda, va a incidir en las experiencias poéticas de los lectores, puesto que el horizonte de expectativas de cada uno será clave para aprehender las múltiples capas de profundidad que posee la obra.

A tenor de los aspectos formales de Flores para alimañas y cómo estos se entrelazan con los elementos simbólicos, cabe decir que la disposición de la mancha textual se erige como elemento crucial para la lectura del conjunto, pues esta aporta interesantes datos que ayudan a comprender la estética en que se sitúa la obra. Más concretamente, la longitud de los versos de Bello, que a menudo obliga a su editor/a a sesgarlos, da muestras de que se trata de una escritura de tipo neobarroca que, sin embargo, y a propósito de lo ya mencionado, dice absoluta relación con la necesidad de explorar la complejidad de la existencia y la creatividad; siempre imbricadas, siempre superpobladas y de señales superpuestas.

Es imposible y, por cierto, en absoluto recomendable, tratar de dar cuenta en este espacio de todos y cada uno de los símbolos y referencias que se hacen presentes en Flores para alimañas. Sin embargo, sí es sustancial destacar la estructura del libro, que se asemeja a la visión de diferentes puertas de entrada a lugares insospechados a priori. Tan solo a modo de ejemplo, los tres poemas iniciales ofrecen la llave para acceder a este universo floral condenado a la devoración, que es la gran metáfora textual a propósito de la cual reflexiona la voz poética constantemente. Estos tres textos son «Mano desnuda», «Mano enguantada» y «Codo»; títulos que remiten a partes de las extremidades superiores del cuerpo humano y que vienen a simbolizar la posibilidad/imposibilidad de palpar y sentir el mundo, así como de retrotraerse y movilizarse.

En «Mano desnuda», el fuego destaca como protagonista, representando un alacrán herido que alcanza las alturas y se convierte en un aguijón de oscuridad. Este simbolismo con tintes míticos explora la dualidad entre un paraíso ilusorio y la influencia oculta del recuerdo. En «Mano enguantada», sin embargo, la reflexión se centra en el sentimiento de pérdida y la asimilación de la realidad como una forma de explorar la muerte, examinando la frialdad y fugacidad de la vida. Finalmente, «Codo» sería el cierre de la triangulación en torno a esta reflexión inicial que nos sitúa en el origen de la obra, que va a abordar constantemente temáticas sobre la vida, la muerte y la existencia. En él, la indagación se sitúa en torno a la transformación del ser a lo largo del tiempo.

A medida que avanza, el poemario va generando en el lector una suerte de acumulación de contenidos que lo ayudan a trazar el mapa conceptual del mismo; lo que resulta en un ritual o procesión hacia la develación del conjunto, cuyos elementos confunden y enriquecen el significado global, aterido ante la fatalidad. 

En este viaje intrigante y complejo, Flores para alimañas invita a los lectores a sumergirse en un universo poético en que la fragilidad y la ferocidad coexisten, donde las flores y las alimañas danzan en un escenario en el que los laberínticos procesos existenciales se revelan en cada danzante (en cada verso). Bello nos invita a explorar, a reflexionar y, sobre todo, a participar en el acto creativo en que culmina esta desafiante y singular obra.

El autor, empero, no solo nos ofrece palabras, sino que nos brinda una invitación a sumergirnos en la complejidad de su mundo literario. En este proceso de exploración, el lector se convierte en un cómplice activo, desentrañando significados ocultos y participando en la construcción de una experiencia única.

La reflexión se convierte en un hilo conductor, tejido a lo largo de la trama, donde cada página es un espejo que nos devuelve nuestras propias reflexiones y cuestionamientos. Bello propone no solo la contemplación pasiva sino un diálogo íntimo con la obra, donde nuestras ideas y sensaciones se entrelazan con las suyas.

El acto creativo, el epicentro de la propuesta, adquiere una importancia trascendental. La obra desafía al lector a no ser un mero espectador, sino a ser partícipe activo en la construcción de significados y en la interpretación de las metáforas intrincadas que la pueblan. Así, esta se convierte en un espacio de cocreación, donde el lector y el autor convergen en un proceso simbiótico.

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Zenaida M. Suárez Mayor (Las Palmas de Gran Canaria, España, 1976). Es doctora en Literatura y Teoría de la Literatura, magíster en Literatura Hispanoamericana Contemporánea y Filóloga. Docente e investigadora en el Instituto de Literatura de la Universidad de los Andes, Chile, donde se desempeña como profesora Asociada en el ámbito de la literatura chilena. Ha desarrollado investigaciones en torno a los grupos Trilce, Tribu No y Café Cinema, así como a los cruces escriturales que se dan entre la obra de Juan Luis Martínez y Raúl Zurita. Es autora del libro Palabras ya escritas. Relecturas de La nueva novela de Juan Luis Martínez (RIL editores, 2019) y dirige la Cátedra de Literatura Chilena de la Universidad de los Andes.

Javier Bello (Concepción, 1972).  Profesor asistente del área de Literatura Latinoamericana y Chilena del Departamento de Literatura de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile. Licenciado en Humanidades con Mención en Lengua y Literatura Hispánica de la Universidad de Chile, doctor en Literatura Moderna y Contemporánea de la Universidad Complutense de Madrid. Ha recibido la Beca para la Creación Poética Joven de la Fundación Pablo Neruda en 1992; el Primer Premio de Poesía en los “Juegos Florales Gabriela Mistral” de la I. Municipalidad de Santiago, en 1994, por el poemario La rosa del mundo; un accésit al VIII Premio Jaime Gil de Biedma, Diputación de Segovia, por el poemario Las jaulas, en 1998; el Premio Hispanoamericano de Poesía Juan Ramón Jiménez, 2006, por Letrero de albergue; y el Premio Pablo Neruda 2007. Ha publicado I decided to dissolve (2018), No es traducible el hueso (2016), Los grandes relatos (2015), Espejismo (2010), Letrero de albergue (2006), El fulgor del vacío (2002), La rosa del mundo(1996); La huella del olvido (1989) y La noche venenosa (1987).

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